domingo, 1 de julio de 2018

¿Qué puede odiar la vulgaridad? ¿El intelecto?

En mi novela El fósil vivo creé sin esforzarme mucho a los bichanclos; les puse ese nombre, un tanto odioso, a todos los seres vulgares de ultramar, que se calzan chanclas (dos), y que añoran abrasarse con el sol dañino, se cubren con sombrilla o quitasol, sólo acompañados de su nevera de hielo, por toda protección. Los vulgares bichanclos odiaban a los intelectuales, y denostaban la cultura en todas sus formas. La intelectualidad para defenderse unió sus fuerzas y formó la noventaysietada, o la generación del noventa y siete. Mi sociedad de ultramar tan llena de bichanclos no iba a dejar que los superdotados intelectuales proliferaran, no, porque los bañistas tenían un arma, la intelectuación, es decir, el proceso judicial no sumario, por el que esos intelectuales serían perseguidos, cual bichas, para ser apresados, procesados y ejecutados. Como se puede ver la palabra intelectuación es la  mezcla entre intelectual y ejecución. Este concepto fue creado por mi personaje Ausonio, el principal de mi novela El fósil vivo, y que es propenso a unir palabros.
Existe un cabecilla de los intelectuales en mi novela, Modesto Bauer, mi primer decente, quien en estos tiempos que corren, aún parece tener más sentido.
Transcribo algunos textos la novela que hablan del maestro Bauer, para que se note su carácter:

"Descansaba Bauer en su pisito al norte de Hispalerdia, junto a la ventana desde la que (con prismáticos muy poderosos) se veía el mar [...] Cuando el maestro Bauer, en su lecho, pocos días antes de expirar, muy consumido por el hambre, que de llevarla a cuestas tantos años ya la tenía cauterizada, refunfuñó (con esa modestia que le caracterizaba) `¡ya os lo decía yo!´, todos le tacharon de agorero [...] Conque el maestro Bauer, empinado por primera vez sobre inusual altruismo dictó la primera ley de la evolución moral: `quien se lo haga a otro, a mí me lo hace: sea  `projimar´ el verbo de los Sobresalidos hombres, y su aplicadero el Pordoquier entero [...] ¿Es que he de suponer que Bauer cambió el mundo? [...] pues Bauer  (apodado también el Inmenso Arrinconado) había esparcido su desgracia en busca de mendrugos [...] `¿Y cómo siendo tan listo el tal Bauer murió de inanición?´ [...] Nuestro famoso Bauer, que murió de hambre a los sesenta y cinco, justamente a la edad en la que se atiborra uno con nada [...] Bauer en raído traje de chaqueta remendada y con coderas, con sus inéditas Ascomundi en la derecha y la Razón Serpenteante en la izquierda (ambas publicadas post mortem) defiende su cátedra por enésima vez ante un tribunal de arrebatados intelectuales que se mofan de su decencia [...] -Dijo –dijo Pardialez que Bauer dijo- `yo he habitado el Antimundo porque la Decencia cierra todas las puertas... pero, acaso ¿conocer la Decencia no es elegirla?´ [...] Episodio completo en el que Bauer tembló y tuvo tentaciones (cuando más que harto de su riguridad moral al maestro le faltó un pelo para abrir una sombrilla y zamparse una tortilla de patatas a la bichancla) [...] ¡Qué vacío siento bajo el esternón! –comenzó Bauer quejumbroso como casi siempre, con las palomas picoteándole migajas al suelo-: mi familia y yo no comemos desde hace ¡qué sé yo! ¡Mira esos animales qué gordos y felices! –y se apretó el corazón, bomba que mostraba ya desgaste y arritmias muy severas [...] -Cálmese Modesto, que tiempos vendrán para el atiborro ¡aunque sea psíquico! –le habló muy sosegador su amigo, y le mentó las obras que el maestro estaba harto de ver en su cajón- [...] Muchos cronistas se han preguntado si Bauer era antropopitecoide o venía de más alto, como esos ejemplares de única y particularísima Creación"
  
Para completar la imagen, transcribo un párrafo en el que hablo de los bichanclos, muy despectivamente, por cierto:

"No portaban accesorios ni sombrillas, ni quitasoles, ni ungüentos o mejunjes de esos que amainan los efectos de los rayos, que al ser abrasadores iban achicharrando a familias enteras entre gemidos y lamentos. Los niños corrían hacia el mar, pero el agua, obediente a una veloz marea, se alejaba a mucho más de lo que sus canijas piernas daban de sí. Los gritos de las suegras eran como de animales en jaulas".


Playa de Boquerón. Foto: Wikipedia Commons

A Modesto Bauer no lo mató un hombre concreto; su muerte fue por inanición, por ser simplemente despreciado, desoído, y porque nadie tuvo en cuenta su obra.
A sus seguidores, apodados la generación del 97 -tan necesarios para combatir a los bichanclos- no se les "ejecutaba" por ser listos, sino por ser propensos a la decencia, esa que destilaba su maestro y que tanto anhelaban los susodichos del 97, mis queridos héroes, o también llamados los pensadores-escritores. No sólo los inventé, sino que ideé la manera de perseguirlos.
La fantasía hizo eso, definió la vulgaridad (los bichanclos), en el marco de mi utopía negativa, para luego, imaginar cómo serían los pioneros de la decencia, y sobre todo, construí la manera con la que los bichanclos podían cargárselos o, cómo diríamos, intelectocutarlos.





6 comentarios:

  1. Al leer tus palabras sobre los bichanclos me vienen, como contrapunto a la vulgaridad que manifiestas, las bellas escenas del Lido de la película de Visconti basada en la obra de Mann “Muerte en Venecia”. En tu entrada afirmas que la sociedad se ha vulgarizado por desprecio al pensamiento y por rechazo al mundo intelectual, ¿de dónde crees que surge este desprecio y que tú lo denominas odio? Espero tener pronto en mis manos ese glosario tan interesante y a la vez divertido que estás creando.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Lago de Como por tu comentario.
      En ningún caso era mi intención evocar a Visconti, cuyos personajes en la playa adoran la belleza. Puede parecer que lo hacen de manera un tanto elitista, en todo caso, mis bichanclos no adoran la belleza porque su vulgaridad es un estado mental, una manera ´democrática´ del derecho a ser vulgar. Fue mi anhelo por las analogías, y sobre todo, por la exageración, lo que me llevó a suponer que los bichanclos odian a los intelectuales, y la razón por la que odian al intelectual sería porque no pueden comprender nada de lo que este piensa.
      Respecto a lo del glosario ya está en marcha, sólo faltan unos retoques en la editorial.
      Un abrazo

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Cuando leí la novela "El fósil vivo" no me fijé tan detenidamente en lo que era la "intelectuación", ahora que lo has explicado lo veo más claro. No sé si piensas que tu posicionamiento ante los bichanclos se podría tildar de "intelectualismo moral" o bien crees que te libras de ello al hacer tanto hincapié en que la diferencia fundamental entre bichanclos y generación del 97 es la "Decencia". Me gustaría saber tu opinión.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Elena por la comprensión de la novela.
    Sí, el intelectualismo moral tan elitista que propones no era mi intención, pues al escribir con la exageración como herramienta, al necesitar posiciones extremas, precisé mostrar a los bichanclos con su nevera de hielo y abrasados por el sol dañino, muy ´tontivanos´ y naturales.
    Lo de la decencia no intenté suponerla para todos los intelectuales, sólo para el maestro Bauer, que si relees el capítulo XVII -¿Conocer la decencia es elegirla?- sentirás como yo lo mal que debió pasarlo don Modesto tan atacado por la decencia como vivía.
    Espero haberte contestado bien.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar