lunes, 31 de diciembre de 2018

La fuerza de un párrafo magnífico

El tercer artefacto -o ladrillo- constructor de mis novelas es un párrafo. Él sólo tuvo toda la fuerza  para inspirar mi novela La venganza del objeto. El susodicho párrafo había sido escrito años antes. Lo guardaba mi memoria como si fuese ese oro valioso, el oro emotivo, el mismo sin el que la vida se nos hace insoportable.
Hay personas que para homenajear a su padre le meten en un ataúd, y le ponen flores en su lápida, o colocan sus cenizas en una urna para que repose sobre frío aparador. Yo necesitaba algo más para reavivar su recuerdo, por eso le escribí una novela. La motivación la encontré en el párrafo, en el anhelo que él tenía por tener un hijo. Incluso años antes de ser escritor vino a mi cabeza ese párrafo.
Tenía una fotografía muy elocuente con la que extraer el párrafo: 
magnífica la foto de sus compañeros mineros, todos andaluces, muchos en chanclas muy precarias, y algunos con sus cascos rotos o de medio lado reflejando esa chulería andaluza. De cada uno de ellos él me contó una historia, todas tristes para mi mente juvenil. Valentín, se encontraba en la parte baja, a la derecha de la fotografía, con su sonrisa escasa aunque auténtica, y con ese lunar en una comisura; se le aparecía así su medio gesto, su media sonrisa, la misma que tanto nos gustaba. 


Sólo necesitaba imaginar los pensamientos de ese hombre joven, el anhelo por ser más, por tener un hijo que tuviese todo lo que a él le iba a negar su amarga vida, una guerra de tres años, la pérdida de sus compadres -mineros algunos que ya estaban en la foto- y tres años de campo de concentración muy duros. De la potencia de esa foto me vino el mejor párrafo para mi novela. Esa misma potencia a veces me hacía preguntarme si no era ella suficiente para que escribiese mi novela. La foto, de no ser por haber llegado antes de tiempo a mis recuerdos, antes de desear ser escritor, antes de poder imaginar la realidad con palabras, sería el verdadero artefacto constructor, el único. Pero no, el párrafo es el artefacto, el  motor capaz de relacionar el mundo con la magia de las palabras.




2 comentarios:

  1. Cuando vi, en tu novela, la fotografía de los mineros con tu padre, como explicas en la entrada, me quedé impresionada. Todavía, cuando la vuelvo a observar se me aparecen nuevos detalles y sigo en mi asombro. ¿Realmente crees que puedes separar la fotografía del párrafo como elementos constructores? ¿no es la fotografía la que te inspiró el párrafo? ¿Cómo escritor, al ver las caras de los fotografiados, esbozaste sus vidas y sus anhelos? Me parece un reto maravilloso, ¿qué habrá sido de esos rostros?

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tus palabras.
    La foto fue previa, la tenía guardada desde hacía años. ¿Quién sabe qué inspiró el párrafo?... Creo que las palabras de mi padre se colocaron ellas solas en mi novela, una vez las imaginé en la mente joven de un minero, antes de que este fuese a la guerra fraticida.
    Muchas veces me pregunto dónde estarán los huesos de esos hombres, de los mineros. A muchos los imagino en tumbas sin nombre, y a otros como mi padre en tumbas cerradas por el cariño de algún hijo.

    ResponderEliminar