sábado, 22 de junio de 2019

Don Modesto se derrama: "¡Es tan bello escribir!"

Fue en una comida festiva como surgió la magnífica anécdota, mientras celebrábamos una tesis doctoral, en una sobremesa y rodeados de buenos compañeros. Mi profesor de filosofía contaba las peripecias de un conocido suyo, que perdía su juventud presentándose a una plaza de filosofía, una plaza que se le resistía, años, no, lustros intentándolo, pero siempre había alguien que le ponía la zancadilla. Parecía que el señor merecía esa plaza, pero cada vez que lo intentaba la mala suerte se la negaba. Nos reímos mucho, aunque al aspirante no le haría gracia. Al final, mi profesor -que casualmente se llamaba Modesto- resumió: "tras un montón de años, casi sin ya esperarlo, le adjudicaron una plaza". Mi fantasía hizo el resto. Tuvo que esperar hasta encontrarse en su lecho de muerte, harto de tanto anhelo y desgaste, para que por fin le viniera el ansiado reconocimiento.
Era tan recalcitrante la frustración del deseo inconcluso -la plaza deseada que no llega-, que me inspiró para inventar a mi personaje  regulativo de El fósil vivo. Modesto Bauer se llama el hombrecillo, bueno o tonto, ¿quién sabe? Eso sí, tan descabellada era su decencia, que tuve que darle una pátina de humana ética, mejor dicho, de moral domestica, para que a mis lectores les pareciese mínimamente humano este personajillo 
En su pisito de Hispalerdia, harto de malvivir, de sufrir hambres que compartía con su mujer y sus churumbeles -"los traía por la calle de la amargura"-, en el lecho de muerte se derrama conversando con su amigo Pardialez, otro personaje, el inventor de inutilidades. Ese texto ya lo tenía preparado. Don Modesto, acorralado por sus espesas lágrimas se pregunta a sí mismo, retóricamente, si se arrepiente de emplear su vida en la tarea  de escritor, esa actividad que, casi siempre, se nos presenta desconsiderada . ¿Qué es escribir? Esa es la difícil pregunta...



La de vueltas que tuve que dar, como autor, para que Modesto Bauer pudiera ser el personaje capaz de decir todo eso; la de vueltas que tiene que dar un personaje para que sus experiencias vitales le mantengan en la incómoda posición de ser un héroe, aún malviviendo: sólo los moribundos pueden  derramarse así. 




En azul podéis leer la magnífica sentencia de Pardialez, el amigo de Don Modesto, quien pretende -y para ello hace lo que puede- parecer humano: "está usted tremendo hoy".


Adorné los párrafos sobre la escritura con estas bellas palabras:
"[...] yo quisiera estar hecho de momentos humanos, ser ingenioso, pero también ser de soplo y cenit, coger amplitud y hacerme histórico [...]".

2 comentarios:

  1. Estas páginas de la novela son bellas tanto por el significado que tiene, para Bauer, la escritura como por la emotividad. Aunque hay que reconocer que es estupendo ese toque cómico de Pardialez con "está usted tremendo hoy". Lo que me gustaría preguntarte es por ese "hacerse histórico" de Don Modesto. Parecería que buscar que la posteridad reconozca tu valía no casa muy bien con la resignación de Modesto Bauer. ¿Podrías explicármelo?

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  2. Muchas gracias Elena por tu acertado comentario.
    Lo de "está usted tremendo hoy" es la frase preferida de Pardialez, la sentencia que todo lector agradece.
    Me preguntas por el "hacerme histórico" y creo entenderte porque la psicología de don Modesto aparenta cierta fragilidad, parece un humano de esos que no le preocupa la posteridad. Su hacerse histórico debería ser hacerse histórico personalmente, sólo para una posteridad "pequeñita". Don Modesto lo que anhela es dar en el clavo, pero además desearía hacerlo en todas las lenguas, en todos los países y en todos los tiempos, pues aunque habla siempre de los bichanclos de Hispalerdia lo hace desde una visión universal, como su literatura, o al menos, eso es a lo que aspira. Él quiere poner las claves de la escritura. Elena, Modesto habla sobretodo de literatura, para eso lo inventé para que él fuese el vehículo de mi venganza personal. Modesto, el Bendito, es mi sueño radical y su mayor logro es expresar que la indecencia es más artificial que la decencia.
    Igual que mi bauerita es mi lector ideal y mi María del Océano mi narradora ideal, tuve que sacarme de la manga a Bauer, mi literato ideal, el que no ha nacido todavía. La posteridad de don Modesto la puedes comprender en contraposición a la soledad, por eso necesité la generación del 97: "Se siente una tan sola" comentó al final Elena Hierro Guerrero, mi personaje-pseudónimo.

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