El pasado siete de agosto publiqué una entrada en la que hablaba de la figura del narrador en El Fósil vivo. La figura era María del Océano, quién asumía el papel de narradora ideal en mi novela.
Como aclaración necesitaba comentar -mejor aún, complementar- un "experimento": el que realicé al terminar la narración de dicha novela, y que consistía en la creación de un personaje inusual, un libro antiguo, el "Sacrotocho" que tenía la cualidad de auto-decirse; quiero decir, que él mismo contaba sus avatares, todo lo que le pasaba y cómo los años se ensañaron con su existencia de papel. Este recurso fue para mí novedoso, pues nunca antes lo había encontrado en otras novelas, nada menos que un libro con conciencia, que habla. Todo ello le hacía ser un narrador diferente, sobre todo cuando al final tomó el relevo de la narración y asumió sus dotes de protagonista.
Así se comenta a sí mismo el libro que habla, el "Sacrotocho", el libro sagrado editado en piel de peregrino:
El libro que se autodice, el "Sacrotocho", siempre me ha parecido un personaje central de tu novela "El fósil vivo". No creo recordar ningún otro objeto que asumiera la categoría de personaje o, por lo menos, que tenga conciencia. Sí que recuerdo objetos centrales para Ruta -la princesa guerrera de "Residencia de quemados", otra de tus novelas- como el Relato Total o el monóculo, ahora bien, al no tener conciencia y quedarse en meros objetos, ¿adquieren igualmente la categoría de personaje?
ResponderEliminarGracias Elena. Agradezco tus amables palabras.
ResponderEliminarNoto que te has percatado de algunos objetos que considero en otras novelas como muy importantes; pero, al no hablar -al no tener conciencia, como bien dices- no adquieren la categoría de personaje al uso, aunque sí es verdad que en el caso del Relato total, para mí, este actuó como un personaje encubierto, como si en él cupiesen todas las ideas de mi utopía, cuando escribí "Residencia de quemados".