sábado, 9 de noviembre de 2019

La imaginación visual: el oficio de herrero inventó un personaje y una escena

¿Cómo se empotran los hechos en la imaginación? ¿Sólo con mirar un cuadro?
El escritor tiene una idea, todavía difusa, de lo que desea contar. En mi caso, sabía que Ausonio caminaba hacia su ciudad con un hombre que había encontrado en un acantilado. ¿De qué estaba hecho ese hombre? Estaba claro que el material del que se formaba era la escoria, algo inusual, o muy poco visto en humanos. La escoria es un material jamás usado en literatura, al contrario ocurre con el papel o el celofán. El personaje en cuestión se llama Tufaradez, y como necesitaba representármelo, inventé la escena, en cuanto mi imaginación se tropezó con el cuadro de Velazquez; imaginación e imagen del cuadro, por sí solos, hicieron el resto, es decir, empotraron los acontecimientos narrados. 



Apolo -mi Ausonio- le pide a los herreros de la fragua -a esos "señores del metal"- unas cadenas acordes con la textura del humano que desea herrar, que por estar hecho de escoria debe ser bien blandito; todo ante la estupefacción de los cinco herreros, que no paran de mirarle como hacen los indecisos ante tan inusual encargo. ¡Qué bien representados están los herreros  en La fragua de Vulcano! Con su dedo en alto, Ausonio -Vulcano- les advierte, tras explicarles algunos males del preso que está en la puerta, que no pueden palizarle por mucho que les apetezca, o por muy merecido que lo tenga.



Parece que Velazquez pintó la escena para que mi imaginación la metiera en mi novela, ya que el oficio de herrero me venía muy bien para hacerle unas cadenas a medida a ese `malhechor´ tan atípico, a ese escoriatita, que deberá vérselas en un juicio para demostrar que su indecencia no es natural ni involuntaria, lo que repugnaría a la fórmula de mi libro, a saber: que para acabar siendo  indecente hay que trabajárselo mucho. 
La escena ya estaba hecha, pero ¿dónde meterla en mi libro?Ausonio le cuenta a Adelaida, la cerril casquivana amiga de María del Oceáno, dicho episodio de su mágica vida.


El fósil vivo, p. 205 (primera ed.) y p. 212 (segunda ed.)

El fósil vivo, p. 205 (primera ed.) y 212 (segunda ed.)

El cuadro de Velázquez, como se puede ver, dio para mucho, y sólo le faltaba meterle un anacronismo para la portada; eso fue obra de la edición, le puse a Ausonio una camiseta negra: el Dios Apolo en camiseta... ¡Qué hallazgo!



2 comentarios:

  1. Después de leer tu entrada, no puedo dejar de preguntarme dos cosas, Alfredo. Una tiene que ver con el contenido concreto de tu reflexión, ¿cómo forjaste el carácter, carácter de escoria, de Tufaradez, antes de ver el cuadro de Velázquez o el propio cuadro te llevó a forjar su idisiocransia? Veo por esta y otras entradas tuyas que la pintura tiene mucha conexión con tu labor de escritor, ¿cómo explicarías la naturaleza de tal enlace?

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  2. Muchas gracias por comprender tan acertadamente mi reflexión. Me encanta tu comentario.
    La escoria, esa cosa, a la que puse el nombre de Tufaradez, no sólo contenía el tufo de su nombre, sino que en ella - en la escoria- empotré todo lo que en el momento de la novela más odiaba: la vulgaridad, la arrogancia de los bichanclos, ese aire de `autosuficiencia´ de los turistas, mi odio a los peregrinos de cualquier secta y en general a todo movimiento de chabacanería. No, el cuadro no me obligó all aspecto de la escoria; el cuadro, tras mostrarme la escena, me ayudó a "visionar" mi nuevo hallazgo, el hombre hecho de escoria e indecencia.
    Respecto a tu comentario sobre la pintura, sí, evidentemente ese es mi caso, la pintura amplia la percepción que el escritor necesita para darle a su imaginación el apoyo de la visión pictórica; además, existe una unión sin nombre de la cultura que todo escritor amalgama en su idiosincrasia, en su acervo cultural.

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