viernes, 29 de septiembre de 2017

El realismo imaginario

Mi esforzado lector necesitaba algo realista e imaginario con lo que decorar la imagen que se le venía encima. Explicaré lo que proponía en la entrada anterior sobre la imagen, sobre la relación que esta tiene con la palabra, y lo haré atendiendo a esas personas que me siguen, que han pedido que comente la entrada, ajustando, concretando un poco más el caso del cuadro. Por supuesto que existen personajes imposibles de imaginar sin utilizar el realismo. Lo mostraré reproduciendo el párrafo de El fósil vivo en el que expliqué la imagen en la que Ausonio entra en la fragua de Hostia:
      "-Señores del metal, vengo a encargaros un hierro blandito para un humanoide hecho de escoria...
      ¡Escuche, Adelaida, mire que cuadro!: cinco eran los herreros que me recibieron estupefactos                 admirando ese halo de luz que me salía del pelo; portaba mi toga descubriendo mi torso (recogida   sobre un hombro), de manera que amainase la vehemencia del calor allá dentro, y mi dedo levantado para mantener mi autoritativo. Tres eran barbudos, y dos, imberbes; todos con taparrabos, muy sorprendidos de ver al natural carne de memorión, y la luz de mi mnemotecnia. El foco de luz de dicho cuadro era yo, que les iluminaba desde la puerta, aunque esté feo el decirlo. Ipsofactados por la descreencia de que yo fuera quien fuere, dejaron de darle golpes a la barra incandescente que sujetaba uno sobre el yunque, y a otro se le cayó una armadura nada más verme."
Como señores del metal me referí a los personajes del cuadro, y como puede observarse, usé el recurso de describir la pintura a otro personaje, Adelaida. Mi Ausonio porta una camiseta negra, objeto totalmente anacrónico en esos tiempos tan antiguos (trampantojo que utilicé). También, cuando escribo la expresión, aunque esté feo el decirlo, quiero denotar la ingenuidad de mi personaje. Hice ver que mi narración y descripción eran fiables, puesto que a uno de los personajes se le cae una armadura, hecho que en el cuadro es totalmente real.
En esta imagen que relata mi personaje se encuentra la única descripción del propio Ausonio a lo largo de toda la novela. Toda la pintura descrita expresa ese toque un tanto medieval de los hostiatitas, los habitantes de mi utopía. Lo narrado debía ser parecido a la imagen que el lector se haría de Ausonio. Como dije en la anterior entrada, para que la imagen valga más que las mil palabras tiene que ser una imagen mental, provocada en el lector.


Para introducir tan sofisticada escena del cuadro en el argumento de El fósil vivo, necesité remover toda mi maquinación novelística, y lo hice en el capítulo XV "No te resistas amor mío" (en el lago Michigan), cuando Ausonio dejó fuera al escoriatita  y entró solo en la fragua imaginaria de la isla de Hostia
Después de leer mi libro será difícil ver ese cuadro de Velázquez de manera aséptica, sin percibir las imágenes creadas con mi novela, y viceversa, esto es lo increíble.

2 comentarios:

  1. El concepto de "realismo imaginario", que parece una contradicción entre los propios términos que lo componen, se entiende perfectamente con el ejemplo que entresacas de "El fósil vivo". Llega a parecer un concepto intuitivo. Me gustaría preguntarte por qué crees que es tan difícil imaginarse a un personaje, en este caso a Ausonio, sin recurrir a una "imagen real" como es el cuadro de Velázquez.

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  2. Gracias Elena por tu comentario.
    No sólo es difícil imaginar a Ausonio sin el realismo de un cuadro, sino que imaginarlo sin el toque realista sería mucho menos fructífero. Al menos una vez realizado, una vez que la cabeza efectuar la analogía, ya es imposible que el personaje vuelva a su encierro clásico, el de las palabras utilizadas, por mucho tino que tenga el escritor.

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