sábado, 6 de septiembre de 2025

Los recuerdos como imágenes fabricadas

Se acabó el verano, pero sigo la misma temática. Me centraré en la otra habilidad que tienen los recuerdos, a saber, la de transformarse en imágenes fabricadas. 

Los recuerdos adquieren en el cerebro, al ser novelados, una nueva composición. Un simple recuerdo, cuando es convertido gracias a la imaginación literaria en una imagen, empieza a parecernos algo más, ¿cómo diría yo?... una imagen más fabricada, más sofisticada.

Deseo poner algunos ejemplos de esta nueva faceta de los recuerdos de la que hablo, pondré tres.

Primero: un recuerdo sencillo, que no tuvo gran trascendencia lo viví en una comida de tesis; un queridísimo profesor contó una anécdota. Era simplemente el relato de las peripecias de un hombre gris que intentaba acceder a su cátedra durante multitud de años, sin conseguirlo, hasta que, precisamente, el año en el que pudo hacerse con ella fallecía. Este ejemplo me sirve para explicar cómo me vino a la cabeza, no solo un personaje, sino todo un argumento. El susodicho personaje del que hablo es Modesto Bauer y se encuentra en mi novela El Fósil vivo. Un personaje ficticio -casi por si solo- dio pie a una novela de ficción.

Segundo: Un recuerdo-imagen también puede convertirse en título de una obra, es el caso de Residencia de quemados; fue una amiga quien veía mi casa como un psiquiátrico. Así ocurrió, esta amiga inventó un título muy sugerente para una novela, de cómo definió mi hogar saqué el título.

Tercero: La Paraeta, mi último trabajo, surgió del recuerdo de una experiencia vivida de niño. Después, para trabajar con ese recuerdo tuve que dedicarle horas y horas de reflexión. Me refiero al recuerdo del que hablé en la entrada anterior; el de mi tío dándose el moco e inventándose un ensayo titulado Hacia una mayor convivencia. En este caso el recuerdo como herramienta de la imaginación me sedujo hasta el punto de fabricar con él -con él solito-, el argumento y la parte metaliteraria de toda la novela.

Como conclusión se podría afirmar que mucho antes de ver las cosas tenemos que imaginarlas, o, lo que no es lo mismo pero es igual, que cualquier verdad, para serlo, antes deberá ser imaginada.

2 comentarios:

  1. Buenos días, Alfredo, el tema de los recuerdos, por las entradas que has ido escribiendo, parece central para cualquier autor. ¿Es esto así? ¿Los recuerdos son la argamasa de toda novela? Y, por otro lado, me gustaría preguntarte si crees que los recuerdos una vez novelados se transforman en una imagen o, más bien, en múltiples imágenes, tantas como lectores pueda tener una novela. Un saludo

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  2. Gracias Elena por tu comentario especial, como siempre. Al primer comentario te contesto con una intuición; no encuentro ningún otro conocimiento al novelar que no se apoye en los recuerdos, por lo que podemos concluir que sí, son la argamasa de toda ficción, de toda novela.
    La segunda cuestión parece más cognitiva. Yo así lo veo, los recuerdos, una vez son carne de novela, ya se han convertido en imágenes, y después, cada lector se hará una imagen de lo que está leyendo; por supuesto, hay imágenes para todos, cada lector tiene derecho a tenerlas, y el autor también tendrá las suyas

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