domingo, 5 de abril de 2015

¿Cómo escribir mi antinovela desde el taller de las novelas?

Primero preciso concebir un heterónimo, es decir, un seudónimo con personalidad propia, una subjetividad concreta y con todo el mal gusto necesario para escribir lo imposible, pero (siempre hay un pero) todo ello desde el taller en el que se escriben las novelas.
Como ejemplo contaré que ya algo parecido le ocurrió a la filosofía cuando intentó su famosa deconstrucción filosófica en la postmodernidad, a saber, que todo lo que los pensadores producían no era otra cosa que simple filosofía, por mucho que les pesase. Los postmodernos no podían salirse de su herramienta, la única que tenían. A la novela le pasa algo parecido con la antinovela. Por mucho que mi narrador o heterónimo sea bien grosero, con el único propósito de crear una antinovela, al fin y al cabo, me surgirá una novela, con un montón de diferencias, pero una novela.

4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo en la imposiblidad de escapar de un tipo de discurso o género narrativo. Aunque desees confrontarte con la novela, y aún resultando una paradoja, la mejor manera de hacerlo será escribir una novela denominada "antinovela". ¿Rompe los moldes narrativos clásicos la antinovela? ¿Crees que existe algo parecido a tu propuesta dentro del ámbito literario?

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    1. Querida Elena, parece que la novela es un género en constante evolución que depende del recorrido del pensamiento estético, pero sí, aparentemente le da un toque a esos moldes narrativos ´presuntamente´clásicos.
      Respecto a la otra cuestión, seguramente sí, aunque yo desconozco la propuesta.

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  2. Se me ocurre una cuestión al leer tu nueva entrada, ¿sería posible extender esta corriente "anti" a otros géneros literarios?

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    1. Querid@ Lago de Como, puesto que no hay nada nuevo bajo el Sol, por lo menos ya existe una nueva forma de `llamar´ a un clásico género literario como es la poesía. La antipoesía es un término usado por el poeta chileno Nicanor Parra y por supuesto, tampoco él pudo escapar, como intenté explicar antes, de esa horma poética que te obliga a aceptar las posibles florituras, siempre que las quieras atacar desde dentro.

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