Efectivamente, una novela para ser profunda no tiene por qué ser oscura.
La facilidad, o mejor aún, la sencillez es un valor en sí mismo. Escribir correctamente ya no es ahora suficiente: a la correción en la forma se le une la exactitud en el mensaje. Esta sólo será posible gracias al inteligentísimo lector. Es preciso mantenerse consistente en la historia: tendrá que ser real, o al menos verosímil. Dicho relato aspirará a ser contundente y posible. Nada tiene que ver esta pretensión con valores comerciales que se encuentrran, en el presente, denostados.
Ya expuse en otras entradas mi búsqueda de un narrador. Por fín lo encontré, un hallazgo raro que me producirá grandes satisfacciones. Él es un hombre de letras, pero envasadas, estereotipadas, que se creerá una especie de académico, cuando sólo tiene una inteligencia muy recóndita. Es un a modo de periodista, pero sin ninguna luz. Quiere ser un buen lector, pero se comporta como un mal lector cuando sólo da por bueno lo que entiende. Mi narrador entenderá demasiado bien mi historia, la que pretendo sea bien vulgar: esa es la idea. ¡Dios nos libre de los narradores exquisitos!
Me parece totalmente cierto lo que dices sobre la necesidad de ser profundos sin ser oscuro. Siempre he sospechado de quien se escuda en la profundidad para esconder su falta de claridad. Me gustaría saber cómo harás posible una novela escrita correctamente y, además, exacta con un narrador tan necio. Me parece que así se podría calificar al narrador que has encontrado.
ResponderEliminarEsa es mi arriesgada apuesta, porque evidentemente dicha novela estará escrita según la pocas luces del pretendido narrador estúpido, pero deberá ser correcta en cuanto al mensaje y, sobre todo, la corrección se encontrará en todas las claves clásicas de la novela tradicional. Estos recursos deberán estar presente por mucho que a mi me cueste, y a pesar de los obstáculos del narrador.
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