Después de inventar un mundo nuevo, mágico, desde una Fantasía Exacta, e introducir en él un personaje, es necesario meter en su cabeza de papel una idea algo obsesiva. Antes de que el lector se enamore de dicha idea-obsesión, a mi me ocurrió: me enamoré de ciertos pensamientos imaginarios, lo que hacía más fácil y natural hablar de ellos, incluso parecían una presencia, con carne y huesos.
Pondré algún ejemplo de dicho enamoramiento tan peculiar. En primer lugar, me enamoré de la Patro, mi personaje en El fósil vivo, que presa de la enfermedad mortal emprende un viaje en busca del lector ideal. La enfermedad mortal era para mi una obsesión desde que leí a Kierkegaard:
"Y comencé a caminar en dirección al nuevo mundo. Abandonad el pasado ensordecedor... allá hacia la utopía, y señalé con mi dedo hacia el septentrión. `¡Venid, coged cada uno de vosotros una idea y seguidme!´. No me giré hasta pasados unos interminables minutos para no encharcar la magia del momento...".
En segundo lugar, tomaré otro ejemplo de El fósil vivo. Al final de la novela, la fingida escritora de la obra muestra cómo se parte de la risa cuando dice haber descubierto una expresión. Yo me enamoré de lo que pensó dicha escritora acerca de un personaje que se presenta con un `Yo no nací escoria´. "Esa fue la idea que dio pie a todo lo demás, y que la indecencia es más artificial que la decencia. Creí morirme de risa cuando escribía `Yo no nací escoria´... Hay que ser bien ahinconudo para empeorar el pordoquier".
Los dos ejemplos que citas, para explicar el enamoramiento que puede sentir el autor por las ideas de sus personajes, me parecen geniales. Pero me gustaría saber si el autor también puede sentirse atraído por ideas de personajes ruines o por ideas menos heroicas. No sé si piensas que ha de sentir amor o animadversión hacia las ideas de sus personajes. ¿Estos sentimientos son un acicate para él? Por último, también me gustaría preguntarte si en tus novelas repites algún personaje por el que sientas fascinación.
ResponderEliminarGracias Elena por tu comentario.
EliminarA la primera cuestión te contesto sí: las ideas ruines son tan configurativas para un escritor como lo son las ideas regulativas o, simplemente, las positivas. Por supuesto que todo escritor debe sentir amor o animadversión hacia las ideas de sus personajes, de no ser así, este estaría muerto.
Con respecto a lo último, es fácil repetir fórmulas y personajes que aprecias por su carácter prolífico, por su poder en la narración, aunque suelo huir de esa fascinación, sería como autoplagiarse.