martes, 7 de julio de 2020

De la fórmula de ciencias a la fórmula de letras

El concepto de Fórmula parece ceñirse a algo  estrictamente matemático, pero creo que toda fórmula tiene otros poderes, otros significados, por ejemplo, el de ser la forma esquemática de un pensamiento, que además puede trasformarse en una sentencia ideológica.
Siempre me reía de las fórmulas matemáticas, hasta que me tropecé con la que cambió mi vida.
"P aún no es Q", ¡Qué maravilla! ¡Qué ocurrencia! ¿Cómo puede algo tan simple producir una historia? ¿Verdad que parece algo  enigmático?
"P aún no es Q" me vino a la cabeza y empecé a darle vueltas y vueltas. Se me presentaba como una idea primigenia, hasta que se convirtió en la obsesión que dio pie a mi novela Residencia de quemados. "P" sería Clara, antes de  completarse, y tenía que esforzarse para completar su evolución, hasta convertirse en "Q" -la Clara mejorada. Exacto, Clara -mi personaje principal- tenía que mejorar hasta ser perfecta. 
El concepto de fórmula es estrictamente matemático, pero yo lo amplié al pensamiento -la transformé de fórmula de ciencias a fórmula de letras-. El álgebra matemática se estiraría hasta invadir la zona del espíritu donde se encuentra el pensamiento humanístico. Un trozo de pensamiento, esquematizado con el formato de una fórmula, puede construir, por si solo, toda la narración creando el sentido y el tono de la novela, siempre y cuando sea una fórmula configurativa -o primordial- para toda la novela. 
Como puede verse todo me surgió por una fórmula matemática -o más exactamente, de la lógica: "P aún no es Q". ¡Qué magnífico principio para una novela! el germen que la produciría: Clara iba a precisar de todo el relato para cambiar en su trabajo, en sus relaciones personales, tendría que mejorar como persona.  "P aún no es Q", lo necesité para todo el relato, el personaje debería cambiar, mejorar, trasformarse, hasta dar la talla.
Hasta aquí la fórmula primordial para la novela. Ahora me centraré en las fórmulas subsidiarias; en este terreno las matemáticas se pierden debido al sofisticado contenido del pensamiento que dichas fórmulas tienen que revelar. Solamente nombraré dos, que se corresponden a los dos niveles narrativos principales:
1) La fórmula sobre la psicología. Esta tenía que expresar mi aversión a esa disciplina, como ciencia menor, por todo el daño que le había hecho a mis queridos amigos -mis quemados-. El sentido y tono de esta fórmula puede verse en este texto: 
"Pero nosotros los psicólogos no somos mejores; también hacemos eso, anulamos la reflexión de los sufridores al poner nombre a sus dolencias: «es usted un psicótico y no se esfuerce en clasificarse de otra manera», sentenciamos, o «padece usted un complejo de Edipo, como una catedral de grande». Dominamos el medio porque es nuestro, porque nosotros inventamos dicha sed, porque quisimos ser dioses, y estos no dejan que los hombrecillos se emancipen"

Diseño: Pandiella y Ocio

Como puede notarse el carácter del enfermo siempre estaba en entredicho, o sea, nada favorecía a la cura, simplemente carecía de valor. Por eso necesité a Ruta.
2) La fórmula de la princesa Ruta. La visión de Ruta es tan igualitaria que culpa tanto al tirano como a su lacayo. Así de crudo lo expresa mi princesita: "pues lacayo y tirano se confunden, como de difícil es saber dónde acaba el desgraciado y empieza su joroba,". Esta fórmula es fácil de comprender en el actual momento en el que se encuentra la política.

Diseño: Pandiella y Ocio


Ambas -la fórmula psicológica y la de Ruta-, las repetí en múltiples ocasiones y con diferentes formatos. Te puedes tropezar con ellas en múltiples contextos, son la música de mi novela; como puede notarse no soportaba la ambigüedad. Las dos fórmulas se metían en mi cabeza, me la envenenaban hasta apoderarse de todo la narración, como hace cualquier obsesión. 
Las dos tienen un nexo común. Las dos acechan contra la responsabilidad del individuo, algo que hoy en día adquiere toda su importancia debido a los nuevos acontecimientos.
Lo mismo ocurría cuando me proponía escribir párrafos de alguna de las dos historias. Necesitaba concentrarme con cualquiera de las dos fórmulas, como hace cualquier autor, cuando elige la música que más le inspira. 
Por último, para encontrar el rastro, la vida interior de la fórmula, sería necesario bucear en la vida interior del autor.






4 comentarios:

  1. Te felicito por la entrada tan clarificadora e interesante desde el punto de vista de la creación literaria. He leído tu novela y se ven perfectamente estas fórmulas. Por cierto, es genial la idea de "fórmula de letras". Me gustaría preguntarte si en todas tus novelas tienes fórmulas y si siempre las construyes antes de empezar a escribir la novela o te van surgiendo según se desarrolle la historia.

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    1. Gracias Elena por tus palabras y por tu acertado comentario.
      El concepto “fórmula” casi siempre es previo incluso al impulso de la novela. La fórmula lleva dentro toda la intención, la motivación y las ganas de escribir. Entonces puedo afirmar que en mi caso las fórmulas son previas a la novela, aunque a veces se mejoran con el paso de los capítulos, se ven reforzadas por el argumento, incluso mejoradas por la fuerza de los personajes que las detentan. Así fue en mi trilogía y en Tomoko, aunque en este momento mi método es distinto.

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  2. Muy interesante el tema de las fórmulas aplicadas a la literatura. Me ha sorprendido lo que comentas sobre los psicólogos, exactamente ¿qué quieres decir con las palabras del supuesto psicólogo que pones de ejemplo? Un abrazo

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    1. Muchas gracias Lago de Como por tu comentario. Intentaré responderte a pesar de los años que hace de la concepción de “Residencia de quemados”.
      La psicología era una de mis malvenidas y siempre tenía para ella mis malas palabras, por supuesto, desde el conocimiento que por razones personales tenía de ella. La fórmula que puse de ejemplo es para mí ampliamente explicativa. Veía a los psicólogos como vividores dañinos, muy apegados a su condumio, por lo cual, hacían barbaridades con sus “clientes”, los que siempre pagarían su sueldo. Como no podían estimular para que el carácter ayudase a sus “víctimas” hacia la curación, complicaban el proceso con sus sofisticadas teorías. Me pareció perfecto sentenciar que ellos mismos meten el tumor en el cuerpo del paciente -bajo de defensas-, el mismo tumor que luego hay que extirpar.

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