sábado, 15 de junio de 2013

La fuerza de la argamasa: un pseudónimo

Además de las fórmulas con las que construir una buena novela, a veces se necesita algún recurso para que dicha argamasa tenga la consistencia adecuada. Me estoy refiriendo a algo parecido a donarle especial capacidad a un ficticio narrador, un a modo de pseudónimo. Así fue como creé a Elena Hierro Guerrero, una mujer antipática con gran capacidad de contar cosas. Es lo que yo llamo un narrador con intención. Es así como nació dicho pseudónimo que he utilizado en dos novelas. Ella contiene la fuerza casi ilimitada que a cualquier autor le falta, además de una fantástica actitud malediciente e incluso pedantorra, lo que me ha permitido narrar cosas, que antes me eran inimaginables, en boca de un personaje. No se me ocurrió esto por poder expresar cosas políticamente incorrectas o soeces, sino más bien por utilizar un nuevo recurso narrativo. Por supuesto que Elena Hierro Guerrero tiene todo mi beneplácito, y aunque no es de este mundo (pues vive sólo en mi mente) yo le he otorgado la capacidad de narrar, siempre al gusto mío.

2 comentarios:

  1. Me ha interesado mucho tu nueva entrada. La pseudonimia tiene una larga tradición literaria, pero tras leer tu reflexión la figura del pseudónimo adquiere una fuerza y un cariz diferente. Elena Hierro Guerrero no sólo es un personaje más de la novela e igualmente el narrador de la misma, lo novedoso es que se transforme en el autor de la obra. Con ello pretendes darle una mayor capacidad de narrar que la que tú mismo tendrías. Si esto es así, ¿crees que la figura del autor desaparecería a favor de un a modo de "autor negro"? Utilizo este término parangonando la idea del escritor negro.

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  2. Elena Hierro Guerrero es mi alter ego, mi negro, como tú bien dices. Ella no sólo es mi mejor personaje (el que más verdades dice por minuto), sino el mejor autor, narrador. En definitiva es el negro que me supera. Elena Hierro Guerrero existe al margen de los tiempos, por encima de las tendencias odiosas literarias. Ella quiere ser mi personalidad superdotada y mi autora preferida. Nunca la utilicé para eludir mis responsabilidades como escritor, ni para que ella dijera lo que yo no me atrevía a decir. Ella encabeza mi utopía moral y sobre todo mi utopía en la manera de narrar. Ella es muy diferente a los seudónimos del filósofo Kierkegaard, porque su verdad no es la buscada, sino la realidad ficcional. Elena Hierro es más lista que yo, y no ocurre lo mismo con los seudónimos de Kierkegaard ya que estos se conforman con atender a un sólo asunto cada vez.

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