Todos parecen buscar la verdad, o al menos se les llena la boca al pronunciar dicho concepto al que nadie en su sano juicio hace ascos. Para mí, la verdad es una de las únicas pretensiones para escribir: es una categoría nueva. El problema radica en ¿qué sería esa cosa llamada verdad?, por supuesto una vez separada del concepto estereotipado que maneja la ciencia. Yo propondría un nuevo acercamiento al término, y siempre relacionado con la verdad del narrador, con la autenticidad, con la fantasía verosímil, con la veracidad de los personajes novelescos, en general con cualquier facultad humana indiscutible. La verdad como categoría.
Se me ocurre un ejemplo: la decencia.
La decencia es el máximo atributo del denostado hombre. Incluso la decencia se ve como un defecto del que es fácil reír cuando es excesiva. Mi personaje Bauer, el Primer Decente, puede producir hilaridad para un lector impertinente y poco audaz. La verdad como la decencia me parecen cada día más elegantes. Quien quiera escribir deberá acercarse a ellas.
Creo que la pregunta que formulas es muy importante, ¿qué sería esa cosa llamada verdad? La verdad, al igual que la decencia, ha sido denostada por una postmodernidad mal entendida. Lo postmoderno no es una ruptura con las categorías modernas como la verdad. La novela postmoderna se puede asociar con la necesidad de reconstruir nuestras anteriores categorías. Veo necesario esa reconstrucción de la verdad en la novela. Desde mi punto de vista no se trata de realismo ni de adecuación sino de una verdad como constructo. Y considero que esa verdad constructiva es esencial, como tu apuntas, que la realice el narrador que no el autor. ¿Estás de acuerdo en que la verdad del narrador no tiene nada que ver con la verdad del autor?
ResponderEliminarPor supuesto que la verdad del autor no tiene porqué parecerse en nada a la del narrador, aunque responden ambas a un mismo constructo. Como ya he dicho debe la literatura desacomplejarse y abandonar dicha quimérica búsqueda de la verdad científica. Tampoco debería conformarse con la verdad como retirada a la probabilidad; en general desmarcarse de susodichas pretensiones del concepto rígido de verdad, aunque es cierto, en mi opinión, que el todo vale es otra manera tonta e ingenua de escurrir el bulto, que creo que es a lo que te refieres con la postmodernidad. De momento nos conformaremos con una verdad constructiva apegada a la autenticidad y que tenga en cuenta, por supuesto, a la fantasía verosímil y a la veracidad de los personajes: con eso ya nos apañaríamos.
EliminarNo sé si lo he entendido bien, pero después de leer tu entrada me pregunto ¿dónde queda la no verdad en literatura, no opuesta a falsedad, más cerca de la ficción? ¿acaso el narrador no puede ser veraz desde una fantasía inverosímil? Por otra parte estoy de acuerdo en que narrador y autor son dos entes diferenciados claramente. Y sí, al decente siempre le acompaña la verdad.
ResponderEliminarLa verdad en literatura no debe arrimarse a la científica, ni como aproximación, ni como correspondencia, ni tan siquiera como correlación, pues todas esas apuestas son meras quimeras de acomplejado.
ResponderEliminarPor supuesto que el narrador no puede ser veraz desde una fantasía inverosímil: ya en otra entrada habíamos aceptado que la fantasía debe ser veraz, como mínimo. De no ser así caeríamos en contradicciones semánticas, en pares de conceptos, que aunque son aceptados, es imposible que puedan ser manejados realmente. Te pondré n ejemplo: la realidad virtual. Por mucho que la entendamos, al final, repugna su comprensión.