miércoles, 25 de septiembre de 2013

El ego del narratario: una figura exquisita

Cuando nuestro narratario no tiene un especial ego, la literatura se encuentra sin dueño. Sin dicho ego nos abocamos a una literatura fácil, y sin ese toque mágico de la escritura inteligente. El carácter de ese lector ideal fingido es quien manda en la narración, por eso a él le debemos la grandeza de la obra, mal que nos pese. Su figura es exquisita precisamente por lo cambiante que puede ser, textualizándola en cada parte de la narración. De ahí se puede seguir la necesidad que algunos tenemos de que dicho lector ideal se maneje como un superdotado, no en sabiduria, sino en conocimiento, en capacidad mental para descifrar el mensaje del autor, siempre y cuando también, este se muestre como un pensador-escritor.

4 comentarios:

  1. Me parece muy interesante tu propuesta pero no acabo de entenderla bien. ¿Por qué para escribir una buena historia se necesita de un narratario especial, es decir, de un lector fingido superdotado? Me gustaría que me pusieras algún ejemplo de novela con ese tipo de figura

    ResponderEliminar
  2. ¿Cómo puede llegar a saber un autor que su lector es un superdotado? Bueno, eso si es posible saberlo. Estoy con Elena, ¿es importante ese lector? Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Interesante cuestión como siempre la tuya Lago de Como.
      Como dije en mi entrada acerca del ego del narratario, para que no caigamos en una literatura sin dueño, abogando también por la literatura inteligente, el lector no puede por menos que ser un superdotado, al igual que a cada ojo le corresponde su legaña. Con respecto a si es importante dicho lector, ya creo haber contestado a eso a Elena, es imprescindible porque sin dicha fingida figura la novela a nadie causaría el interés que el autor propone. Por supuesto hablando siempre del pensador-escritor.

      Eliminar
  3. Elena, como siempre agradezco tus comentarios.
    Primero contestaré a tu segundo requerimiento, para lo cual te pondré dos ejemplos claros en los que sin el narratario la novela se desvanecería com si fuera un pelele de trapo:
    En "Si una noche de invierno un viajero..." de Italo Calvino el narratario es el lector capaz de impresionarse con las pequeñas historias que se encuentran en el libro, sobre todo la metaliteraria acerca de los dos escritores que, siendo de contrarios caracteres, escriben exactamente lo mismo. Esto sería bien distinto con el lector de ojos menos avizores que abomina cuando el autor le obliga a involucrarse demasiado.
    En "Cumbres borrascosas", no sólo la autora Emily Bronte es una superdotada en lo que a sentimientos se refiere, sino que el fingido narratario tiene que hacer el esfuerzo sobrehumano para entender dichas pasiones tan contraintuitivas: el amor del protagonista masculino hacia Caty y su contrario, el odio más bestial que jamás hayamos encontrado: aquí el mismo personaje admite haberse aburrido de tanta maldad como proporciona a sus enemigos.

    ResponderEliminar