Durante siglos la seudonimia no se concebía como un recurso literario, sino más bien, como la escapada de los autores para poder radicalizar así sus ideas y propuestas. Era una buena manera de esconderse. Para mí sólo es un recurso-reto: los personajes de mis novelas son ya seudónimos activos, es decir, narradores casi impertinentes y radicales, sin los cuales no podría expresar las ideas que quiero. Es mi narrador el que expone sus propuestas, quien hace las apuestas arriesgadas en mi nombre, él reivindica la ideología a la que se apunta, con más o menos excentricidad y exageración.
Con dicho recurso he conseguido que alguna de mis novelas sea autorreferencial: hablan de sí mismas, se critican o se adulan. Sus garras te atrapan, pero con amena suavidad.
El tema de la seudonimia me interesa mucho. Leyéndote parece que estás reivindicando que todos los personajes son seudónimos tuyos que traslucen una ideología o creencias determinadas. Me gustaría que me confirmaras este punto y, si esto es así, también me gustaría saber como es posible tal cosa cuando el autor es uno y posee una ideología y, por contra, los personajes son múltiples y con diferentes o contradictorios pensamientos.
ResponderEliminarTodos los personajes se parecen a hipotéticos seudónimos, y sí, de un solo autor pueden extraerse múltiples ideologías diferentes, aunque dicho autor sólo pueda firmar alguna de ellas. Lo que un personaje no puede expresar son pensamientos contradictorios, a no ser que dicho personaje se apode Máximo Contradictor.
EliminarMe parece muy interesante tu nueva entrada. Cuando, sin tener un conocimiento previo del autor, leo obras que destilan una ideología peligrosa o simplemente despreciable, siempre me pregunto cómo pensará realmente el autor; no estoy seguro de si su obra es pura propaganda o, por el contrario, supone una crítica. A veces me parece fácil esconderse en un narrador o en distintos personajes para hacer llegar una ideología ambigua. ¿Qué opinas?
ResponderEliminarNo te equivocas, cuando un autor rebosa ambigüedad no hace otra cosa que mala propaganda. ¡Qué difícil es crear un personaje estúpido, y que además parezca creíble o verosímil! Yo cuando escribo no me escondo, sólo pretendo explicar mis ideas, para lo que me valgo de sus contrarios y sus adeptos. Para eso es para lo que se precisa la exageración. Sólo a través de ella se puede inventar un debate, imaginando una discusión entre opuestos y contrarios, la cual no tiene lugar en la vida real, donde dichas discusiones se arreglan con disparos o con violencia.
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