miércoles, 3 de marzo de 2021

¿Cómo sacar los huevos del bizcocho? Nada más y nada menos

Por muy mal que esté hecho el bizcocho ¡qué difícil es separar de su mezcla los huevos! Lo mismo ocurre en las novelas, sobre todo en las que los personajes hablan y reflexionan sobre el libro que está dentro de ellas. Ese es mi caso. 

 

                                Foto: El rincón de casa El caminero
 

Mi metaliteratura intenta meter una historia dentro de otra  -un libro dentro de otro-. Tal pretensión además de ser difícil puede parecer pretenciosa. En alguna de mis obras es costoso reconocer la historia principal, ¿es esta dificultad un planteamiento novedoso? Lo realmente novedoso es que los personajes hablen y hablen, reflexionen y reflexionen sin parar sobre el libro inserto en la novela, que en principio era secundario. Los huevos -el libro insertado- también forman parte del bizcocho, quiero decir, de la novela.

¿Qué es más importante en un cuadro, el paisaje completo que muestra la pintura, o la pequeña cesta con frutas que se encuentra en un rincón, junto a un árbol? 

Pregunto a mis lectores: ¿qué parte del relato consideran más primoridal en mi novela El fósil vivo?  ¿La del Sacrotocho o la historia de Ausonio y su cuidadora, María del Océano? Y si hablamos de  Residencia de Quemados con su  Relato Total ¿quién se lleva el gato al agua, Clara o la princesa Ruta? En Tomoko es más complicado, ya que  la historia de ficción contiene dentro otro relato; es la historia de una repercusión literaria, por supuesto, también inventada: ¿quién será ahora más importante, Tomoko o la singular historia de Charles Sánchezland? 

En cada caso -en cada novela que he nombrado- existe una relación diferente entre los dos libros que conviven en la misma novela: el reto es averiguar donde acaba el continente y empieza el contenido. La analogía culinaria, casi pastelera, de nuevo ataca, bizcocho y huevos siguen tan unidos que intentar separarlos es una quimera. Qué difícil hacer un bizcocho sin antes conocer el sabor que promete el huevo. 

Con anterioridad, en otra entrada, hablé de una novedad, se me ocurrió la creación de un personaje inusual, un libro antiguo, el Sacrotocho que tenía la cualidad de auto-decirse. Me refiero a la entrada del 5 de septiembre del año 2019. Esta entrada se titulaba El Sacrotocho, el libro que se autonarra. Copio parte de la entrada para ejemplificar la idea de la síntesis estrecha entre  el bizcocho y los huevos. Creo que no es preciso conocer la historia de El Fósil vivo para comprender de lo que hablo: 

(...) un libro antiguo, el Sacrotocho que tenía la cualidad de auto-decirse; quiero decir, que él mismo contaba sus avatares, todo lo que le pasaba y cómo los años se ensañaron con su existencia de papel. Este recurso fue para mí novedoso, pues nunca antes lo había encontrado en otras novelas, nada menos que un libro con conciencia, que habla. Todo ello le hacía ser un narrador diferente, sobre todo cuando al final tomó el relevo de la narración y asumió sus dotes de protagonista. 

Así se comenta a sí mismo el libro que habla, el Sacrotocho, el libro sagrado editado en piel de peregrino:







3 comentarios:

  1. Estupenda entrada que hace reflexionar sobre tus novelas, Alfredo. Me interesa mucho esa parte metaliteraria de la que hablas, pocos autores tienen en sus novelas metaliteratura y otros, aunque empleen algún recurso metaliterario, no suelen hablar de ello. De lo que vas comentando me gustaría preguntartepor el "Sacrotocho", llegas a afirmar que se convierte, un libro, en un personaje inusual, ¿podrías comentar más este recurso narrativo?

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  3. Muchas gracias, Elena
    Me encanta que te interese la metaliteratura.
    El "Sacrotocho" es el personaje principal de "El Fósil Vivo". Para convertir un libro antiguo en personaje tuve que dotarle de cualidades propiamente humanas,como una historia, y por supuesto, conciencia, además de unas dotes maravillosas para expresarse con dignidad.
    Lo más estimulante fue que al principio solamente hablaba y contaba cosas, pero al final, se me ocurrió que además podía hablar de los avatares que le obligaron a encontrarse en el vientre de una ballena y luego en la bodega de un barco. Incluso parece escuchar ruidos como, por ejemplo, el `¡plaf!´cuando alguien le da carpetazo de malas maneras.

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