lunes, 28 de diciembre de 2020

La posteridad "recogidita" o el estruendo del silencio

Todos somos seres patafísicos -o quisiéramos serlo-, para todos los temas. ¡Cómo nos cuesta conformarnos con la posteridad igualitaria!, la que por ser recogidita nos afectará a todos. Odiamos esta posteridad aniquiladora que se quiere llevar a todos por delante. Es el ser recogidita lo que le hace perder su encanto. 

Parece necesario premiar el esfuerzo inmenso que nuestro cerebro acoge para crear los personajes, que aunque grandes en sus pretensiones vitales, todos, de tener la suerte de ver la luz, serán igualitariamente olvidados. Dicho esfuerzo mental no tiene explicación lógica, todos deberán esfumarse a la velocidad de los humanos -poco tiempo parece quedarle al humano-; los personajes volarán por encima de nosotros, ingrávidos, en el espacio que marca el slencio de los tiempos. Se elevan sobre nuestras cabezas y se parecen a nosotros, o todavía mejor ¡somos nosotros! ya que cada uno porta una parte de nuestra esforzada mente ¡Qué estruendo oiremos! será sonoro, el cataclismo, la destrucción de los que nunca vivieron en estado cárnico, que tampoco gozaron de huesos, alguién escuchará el ruido de su caída. El silencio se trasforma en estruendo, o mejor, algunos lo llamaremos el estruendo del silencio.

 

 
Pintura: Rocío Caballero

 De la visión de este cuadro figurativo de una pintora mexicana, hace ya algún tiempo me surgió esta reflexión. El ruido de los humanos flotantes cuando caen para ocupar su triste espacio. Solo pondré un ejemplo, el de Modesto Bauer, el sufridor personaje en la existencia de mi novela El Fósil Vivo, el que sentí como propio, incrustado en mis adultas carnes, que ocupará el espacio del vacío inmenso, que se conformará con la pérdida infinita; don Modesto, el primer decente -como yo le llamo-, no tendrá más remedio que mantener intacta la dignidad del olvidado.

Toda posteridad -quiero decir toda y la de todos- tendrá que vérselas con el mismo estruendo, más poderoso que la naturaleza de los seres sintientes, y no te digo nada de los seres que fueron pensados en cualquier cabeza, por muy laureada que se crea. Aún así, y a pesar de esta nostalgia patafísica, nos queda el único consuelo, la única fuerza ineludible: hacer grande lo que creamos para que los gusanos tengan algo que comer en su festín eterno. Esta obsesión no deja intacto al creador que todos llevamos dentro y amenaza con matarnos. Todo ello parece la explicación chabacana de la meta... de la patafísica.

 

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho tu reflexión patafísica. Estoy totalmente de acuerdo con ella, mal que nos pese, en el mejor de los casos, solo nos quedará esa posteridad "recogidita" de la que hablas. Posteridad tanto para los humanos como para las criaturas de ficción, o ¿crees que es diferente el tiempo para los humanos? ¿Qué es realmente el tiempo para los humanos? ¿Cuánto queda del tiempo?

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  2. Gracias Elena por tu comentario.
    El tiempo de los humanos se agota; mi optimismo chilla, "quede lo que quede es poco". Los personajes de ficción parecerían un poco más indestructibles, y ellos pueden sobrevivir algo más. El tiempo para los humanos es la reflexión metafísica más sofisticada que existe, aunque cuando le das ese toque patafísico se humaniza bastante.

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