lunes, 5 de abril de 2021

La posteridad recogidita y las pesadillas que no te dejan dormir

    Necesitaba comentar algo más sobre la "posteridad recogidita",   seguir el hilo de la entrada del 28 de diciembre del pasado año, annus horribilis, en el que fuimos confinados.

    Añoro a mi abuela que siempre me decía: "¡ten todas las cosas de tu vida recogidas!" -recogiditas-, y así de comedida era ella, salvo con la sal, que con mucho se le escapaba, no era quien para frenar su mano. Los guisos le salían salados, lo que llamaba `sentidito´ de sabor. Siempre me aconsejaba: "todo tienes que tenerlo recogidito", las salidas nocturnas, las ropitas y hasta las relaciones sociales recogiditas. Sí, ten amigos, pero solo los "que te quepan en una mano". 

     Ella pensaba que, si quieres tener tu vida controlada, deberías tener todas tus cosas recogiditas, y no recogiditas de pequeñitas, más bien como ordenaditas. Así de simple era su concepto. Mi abuela tenía razón, y como a mí también me gustaba controlarlo todo, se me ocurrió estirar un poco más el concepto para que abarcase al término posteridad, pero ¿podría controlarla? Me parecía muy difícil pero tenía que intentarlo.

      Como dije en diciembre la posteridad humana no puede ser otra cosa que recogidita, tenerla a la mano, al gusto propio, y no solo eso, además deberá ser imaginada, o simplemente, tendrá que vérselas con otras creaciones imaginarias, lo que nos mete de lleno en un círculo vicioso: la posteridad imaginada construida solamente con creaciones de obras y personajes imaginarios.

    El desiderátum de una posteridad recogidita imposibilita que en esta quepa lo no escrito todavía.  Ni los libros no escritos -las obras imaginadas que desean ser escritas-, ni los personajes imaginados, los posibles personajes que solo habitan en la cabeza, antes de ser carne de novela, deberían afectar a la posteridad. Tanto las obras que desean ser escritas, como los personajes fantásticos gozarán de vida propia, ambos costruidos solo con deseos e imágenes cerebrales.

   A pesar de que lo no escrito no tiene cabida en la posteridad, esto no impide que aparezca de manera inoportuna durante mi noche. Ni la vida interior de las obras, ni la de los personajes imaginarios  me dejan dormir, pero ¿cómo puede algo que todavía no ha existido, ni tan siquiera, en la conciencia del autor, imponer restricciones al sueño?

El sueño de la razón (Caprichos), Goya

    Pero hay más, también quieren entrar en mi cama otros indeseables como por ejemplo mis yoes anteriores, mis yoes ya desestimados, que desean seguir vivos, que no se callan; todos tienden a opinar, no paran de hablar, de pensar cosas estrafalarias. Les mando callar, como hago con los personajes reales, los que ya han revestido de carne las novelas.

     Los personajes no nacidos y las novelas no escritas me quitan el sueño, le hacen crujir y dan vida a las pesadillas. 

    Me pregunto, ¿cómo es posible? Parecen tener una vida propia, ¿cómo puede tener vida propia lo que no ha nacido todavía, lo que no tiene existencia real?

    Pondré algunos ejemplos de imaginarias entidades que se apuntan al trastorno de la dormidera. Empezaré con Residencia de Quemados. Los más  molestos son algunos personajes imaginarios, los que no llegaron a ser carne de novela, como otra Clara, con la misma envidiable inteligencia, eso sí, pero que de pronto se contagia de coronavirus, y tan lista  como era, en algún capítulo se vuelve tocha; o Ruta, propensa como es a derribar imperios, que de pronto se tropieza contra uno no depravado, uno ejemplar políticamente, y no puede hacerle nada. Algo parecido ocurre con El fósil Vivo, una noche que se prometía placentera, a un aburrido Don Modesto le da por convertirse en corrupto, en indecente.  También algo le pasó a Tomoko, pues ¿no quería hacérseme chabacana?  ya sería el colmo, casi contra natura, ¡Tomoko chabacana! Eso no respetaría ni siquiera la estructura de mi personaje; por último, mi querido padre en La Venganza del Objeto se ensarza de nuevo contra Chiripa, quien incansable, lejos de amedrentarse, le da por atacar.  Mientras, Valiente -mi padre disfazado de personaje- con sus sentidos en carne viva se defiende. Mi catedrático de la melancolía, gracias a su laico cielo, nuevamente herido vence.

    Las obras también quieren apuntarse a mi desvelo nocturno. Por ejemplo, mi ambiciosa propuesta de la novela circular, de pronto, en sueños se vuelve real, y se hace hasta con el esfuerzo vital de mi antiguo judo, e imagina otra hipotética historia que nunca tuvo lugar.

    Puestos a complicar las cosas estos personajes advenedizos crean lectores también imaginarios (esto ya es la pera), los lectores imaginarios que  inventan una posteridad por su cuenta.   

    Por lo menos los personajes imaginarios siempre se muestran fieles a sus caracteres, salvo el de Tomoko chabacana, claro. El conjunto casi infinito -la lista- de todo lo no dicho, todos los participantes de este anecdotario que todavía no han conocido el esfuerzo de convertirse en carne de novela, constituyen la suma de los olvidos. Personajes de humo y obras hechas solo con un aroma, le dan a la posteridad imaginaria una orden de reinventarse, mientras todavía puede.


    ¡Buenas noches! les digo, ¡no les permito entrar en mi noche! Sería una flaqueza. En general ante cualquier incursión nocturnina hay que actuar de la misma manera, sin escrúpulos y expulsando a todos esos advenedizos tan insistentes y molestos. La mejor terapia para dormir es no dejarles entrar en la noche de los sueños, ni a esos personajes no natos, ni a las obras que levantan la mano para existir, para hacerse ver. No podemos dejarles seguir su nocturnino rastro, dentro de las pesadillas, cuando lo que queremos es dormir.  

    Cuanto más nos miramos el ombligo -el de todas nuestras pertenencias imaginarias-, más nos parecemos al paleto de pensamiento que todos llevamos dentro.

    El confinamiento del 2020-21 nos hizo esto a los humanos. Lo demás parece haber dejado de existir, está en su ratonera confinado.

   

3 comentarios:

  1. La propuesta de la "posteridad recogidita" me parece que habría que trasladarla a muchos ámbitos de nuestro quehacer cotidiano, diurno y nocturno, como bien dices. Después de leer tu estupenda entrada me quedan dos cosas por preguntarte. Una primera tiene que ver con la relación que pareces establecer entre el judo y tu idea de hacer una "novela circular", ¿a qué te refieres concretamente? La otra cuestión afecta atus lectores imaginarios, esos que no tejan dormir: ¿cómo los definirías o los caracterizarías? Me resulta difícil imaginármelo. Gracias por compartir tus pensamientos metaliterarios.

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    1. Gracias Elena por tu acertado comentario.
      Sí, todo deberíamos tenerlo más recogidito.
      En primer lugar, la novela circular es un reto, supone mi ambiciosa propuesta literaria. Muchas veces se nos meten en el sueño biografías no reales, combates de judo que nunca existieron, historias imposibles imaginarias.
      En segundo lugar, lo de los lectores imaginarios. Son esos lectores a los que les pongo nombre y a veces, apellidos, ambiciones y hasta les invento una ocupación. Los lectores imaginarios los estoy transformando en personajes en mi próxima novela.

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