viernes, 3 de abril de 2020

La hibridación en la palabra: del alarido intelectual a la belleza exacta

¡Qué difícil es amigar dos cosas que se repugnan!
En el instituto, en mitad de la educación, se nos obliga a decidir de qué esta hecho nuestro futuro. En mi caso dos disciplinas competían por hacerse un hueco, dándose codazos: la filosofía, ansiosa con su manía por ser exacta iba a darse de bruces con la literatura, siempre en la búsqueda de la belleza. Filosofía y literatura, las dos disciplinas que comparten un mismo alimento, a veces escaso, las palabras.
Con este dilema surgió mi obsesión, a saber, las palabras, una vez  crecidas, tras sacar la cabeza del profundo abismo de la verdad, iban a luchar contra sí mismas, contra las palabras creídas por notarse tan bellas.
En esa obsesión -la Verdad contra la Belleza- encontré un primer aliado, el afán por trivializar las ideas filosóficas, para que  adquiriesen un uso más multitudinario, más común: las ideas, ya trivializadas, podrían usarlas los seres ordinarios. Faltaba un ingrediente -el más difícil-, se me hacía necesario un condimento para que la belleza perdiera su insipidez, que supiese a algo; ¿quién se atreve a salpimentar la belleza? Era preciso insuflarle algo de justicia a la belleza, y entonces concluí: las palabras sólo son bellas si son justas. Dicho cometido sólo podría llevarlo a cabo un personaje de novela.


Diseño. Pandiella y Ocio

Ruta - en Residencia de Quemados- fue mi primer experimento, la primera protagonista, fuerte y lista, llena de arrogancia, capaz de decir verdades-bellas, algunas dolorosas y absolutas, siempre contundentes, incluso desafiantes con la autoridad, verdades que se descalificaban por ser dañinas; Ruta tenía un problema, esa agresividad que sólo podría perdonarse por  ser el personaje de una novela. 
Pero entonces nació Don Modesto Bauer -en El Fósil vivo-, el bendito, el primer decente, la bondad hecha humano. Él sí que sabía decir las verdades vestidas de belleza. Bauer fue el primer hombre de papel que realizó dicha hibridación entre las palabras, entre la filosofía y la literatura. Tal hibridación se me hacía complicada, difícil. De nuevo, tuve que incrustármelo  en la cabeza:  las ideas buenas son bellas y las palabras bellas son justas.


Bill Mauldin "Weeping Lincoln"

Buscando, hurgando en el pasado, se puede comprender porqué en mi periodo de educando sólo me interesaban los pensadores que convencían con palabras bellas. ¿Cómo era posible que el mensaje necesitara tanto del estilo, incluso antes de que me surgieran las ganas de escribir?
De esa manera debió de nacer la literatura de ideas, mejor aún, la novelas de ideas, pero eso será ya otra historia.


2 comentarios:

  1. Cierto que leyendo tus novelas se descubre ese mestizaje entre la Verdad(Justicia) y la Belleza. Siempre has mostrado en tus obras y en tus reflexiones una preocupación por mantener la simbiosis perfecta entre la forma y el contenido. En el caso de Modesto Bauer veo claramente la hibridación; me cuesta más en el caso de Ruta. ¿Cómo de su guerrero alarido intelectual se llega a la Belleza? Se ve más claramente cómo alcanza la Justicia.

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  2. Gracias Elena por lo acertado de tu comentario.
    Comprendo que en Ruta se te haga difícil encontrar la belleza, en alguien que todo lo arregla con su daga y sus mamporros. Pero hasta Ruta tras efectuar su periodo "universitario" en la aldea de la razón -esa sería la parte en la que ella se embadurna de conocimientos verdaderos-, se enamora de Amadis, con toda la belleza que se me ocurrió para ese amor tan... inusual. La belleza de Ruta la encuentras en la exactitud con la que resuelve sus paradojas y, sobre todo, en la sensibilidad con su maestro Existenciario. En general, en todos los momentos en los que se muestra humana, y que yo quería que fueran muchos. En Ruta tiene que darse -así lo pretendí yo- mi dicho `es bonito tener razón´.

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