miércoles, 28 de octubre de 2020

La ficción real

    ¿Quién no tiene un recuerdo de su infancia, falso, como son todos los recuerdos? Sí, cualquiera puede ser el portador de un recuerdo vapuleado, modificado, tergiversado por una villana, la memoria, la que vive por su cuenta. Todo recuerdo lo coloca la memoria en el cajón que más le conviene, y a veces lo tira, pero otras lo guarda, a la espera de ser utilizado para cualquier menester.

    Pongamos por caso que un autor -o cualquier agente portador de recuerdos-, recurre a uno de esos ya tergiversados, como ingrediente para narrar la escena de una novela. Para ello necesitará que un personaje se apropie de él, el personaje que lo usará como anécdota, que hablará de él como si fuera suyo, el recuerdo estará en relación directa con las manías, creencias y puntos de vista, todos ellos ficcionales, del personaje. Es así como el recuerdo adquiere el status de primordial, de protagonista. Por esta razón debemos tener cuidado a la hora de elegirlo y no cunfundirnos. El recuerdo debe ser exacto y unitario.          

    ¿Cómo se crea una escena desde la experiencia, una vez elegido el recuerdo? La experiencia parece ser la única herramienta que posee el escritor. El autor deberá apropiarse de algo que le ocurrió en su vida, y que ya está modificado por el carácter caprichoso de la memoria.  Además, el personaje de ficción deberá apropiarse de esa misma experiencia. De todo este lío el autor construirá un episodio que sea creíble. Parece imposible que de un artefacto tan volátil y borroso -un recuerdo solitario-, que ha sido filtrado por el autor y por el personaje de ficción, pueda salir algo útil para la narración.

    ¿Cómo es posible que el recuerdo sea un recurso principal? Podría ser que la razón esté relacionada con la creencia de que nada saldrá  de la mente de un escritor que no haya estado antes en su memoria, en la experiencia vivida. Hasta la imaginación, que parecería habitar por su cuenta está condenada: se encuentra enclaustrada en la misma experiencia de la memoria, por muchas vueltas que le demos.

    Aún hay autores que abominan de la fantasía, y eso que tanto ella como su hermanita pequeña la ficción -la fantasía más concreta-,  son reales. La fantasía puede ser más o menos exacta, pero es real.

    ¿Y cómo hacer que de un recuerdo tan leve e inmaterial salga un plato suculento para una buena narración? Pondré el ejemplo de un recuerdo esquematizado: 

     Dos niños entablan amistad en la clase de Don Fernando. Uno de ellos es Paquito, y aunque su cuerpo es deforme -o precisamente por eso- le cuenta al compañero lo bien que se lo pasa en el gimnasio, el centro al que su padre le inscribió en el año 65, para que se "enderezase" un tanto. ¡Qué bien jugaba en el Gim! ¡Cómo disfrutaba con ese móntón de hombres forzudos!

    -Tienes que venirte a mi casa a merendar -le invitaba Paquito- y después nos vamos al gimnasio para que veas cómo nos divertimos.

    Así fue, aunque ante las palabras del maestro, entumecidos por el miedo, callaron, para oír recitar a Don Fernando los seis ríos principales de España.

 Foto: Recuerdo de Alfredo Hernández

     El recuerdo del que hablo no tuvo mayor trascendencia. Paquito, ¿quién sabrá dónde acabó? El amigo era yo. Con diez años recién cumplidos ingresé en el susodicho gimnasio del que todavía sigo enganchado por esos recuerdos.

 

 



5 comentarios:

  1. Me asombra constatar algo que siempre he pensado, que toda obra literaria "reproduce" los recuerdos del autor. Incluso, como afirmas, en las obras donde la fantasía cobra peso, esta idea es cierta. Ahora bien, me gustaría que me dijeras si crees, por tanto, que alguien con una vida muy rutinaria, sin salidas, sin viajes, es decir, una vida casi en aislamiento social, puede utilizar su experiencia para escribir una novela con fantasía.

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    1. Muchas gracias Elena por tu comentario.
      Los recuerdos no están hechos de experiencias tal y como creemos que estas son. Todo recuerdo es obra sofisticada del cerebro, del intelecto. Ya imaginarás mi respuesta a tu comentario: los recuerdos que se fraguan en las lecturas de los libros también formarán su propia fantasía. No hace falta viajar a New York para conocerlo y fantasear con esa ciudad. El aislamiento social no implica ausencia de experiencias. Esa es mi opinión. La fantasía es una facultad del intelecto.

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  2. ¡Qué bella reflexión sobre los recuerdos!Hace tiempo que llevo oyendo de la falsedad de nuestros recuerdo, pero ¿ crees que tiene que ver algo la falsedad de nuestros recuerdos con nuestra percepción equivocada de esa realidad? ¿ El recuerdo está relacionado con la memoria y por tanto con el olvido? ¿Alguien con buena memoria tiene más posibilidad de que sus recuerdos sean menos falsos? ¿Qué opinas de la frase de Shakespeare "conservar algo que me ayude a recordarte, sería admitir que te puedo olvidar? Quizás son demasiadas preguntas, excusa mi probable impertinencia. Un abrazo

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    1. Muchas gracias Lago de Como por tu comentario, el cual me parece tan profundo como acertado.
      No sé si podré contestarte a las cuatro preguntas, alguna de ellas muy difícil.
      La primera. Los recuerdos son falsos por sí mismos, porque nuestra mente los recoge como puede o le interesa, y por supuesto que nuestra idea equivocada de la realidad también hace sus pinitos.
      Segunda. Poco sé del olvido, aunque mi intuición me dice que es un mecanismo de defensa para que la mente olvide lo que le hace daño. En ese sentido, también el olvido está relacionado con el recuerdo.
      Tercera. La buena memoria hace más grande la falsedad de sus recuerdos. La buena memoria los ordenará a su gusto, los embellecerá, les pasará un trapito… ¿Quién tuviera una magnífica memoria para que sus recuerdos, de tan falsos se convirtieran en verdades universales e históricas?
      Cuarta. Nada puedo decir de reflexión tan bella, solo que me parece acertada hasta en la concepción fisiológica de la memoria que tiene Shakespeare.
      Muchas gracias de nuevo y espero haberte contestado.

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