jueves, 12 de noviembre de 2020

Literatura cofinada

El Momento

En pleno confinamiento, mientras disfrutaba de este tan  injusto y atroz encierro, necesitaba sumarme a las voces populares sobre la pandemia. 

Todos decían algo, aunque yo sentía que ya todo se había medio dicho, argumentado, falseado, medio corregido o exagerado.  Me encontraba en pleno proceso creativo gestionando la presunta estupidez de mis personajes, al tiempo que dictaminaba la mediocridad de mi nuevo narrador; estaba casi al final de este proceso de creación, y ya había dictaminado: la mente de mis nuevos personajes sería de miras cortas, su mundo se ubicaría en un mundo no globalizado. Mi nueva novela cuenta la historia de unos paletos con la mente muy austera. Así acababa con la sofisticada disertación sobre si me iba a dedicar en los próximos meses a temas filosóficos como la transhumanización, o sobre la catadura moral de mis personajes. También abandoné el debate entre la globalización o la turbo-globalización -esa invención o vorágine que devora todo-. Pese a todo, y mira que me cuesta hasta nombrarlo de lo rarito que es-, ese será el tema de mi nueva ficción. 

    Fue en ese momento exacto, mientras mis pensamientos me mantenían alejado de la pandemia, cuando concluí que un paleto puede adquirir el título de personaje principal de un relato. En ese momento llegó a mis manos -por recomendación de fuentes ilustradas-, la historia de la que quiero hacer mi comentario.

La Novela

    La maravilla de la que hablo es una novela de 1949 escrita por George R. Stewart, La Tierra permanece, es la obra de un visionario, con esa inusual capacidad que tienen algunos para diagnosticar algo que le puede ocurrir al mundo. Esta novela desde un pasado ficticio cuenta, no sólo lo que le ha ocurrido a la humanidad -su merecido presente-, sino también lo que le espera en el futuro.

                                          Editor digital: betatron

 El Argumento

    El protagonista, un geógrafo que prepara una tesis doctoral sobre ecología, aislado durante meses en las montañas, sin medios de comunicación, se siente enfermo al ser mordido por una serpiente. Al sentir ese miedo a morir tan humano vuelve a su casa en San Francisco. Pronto se da cuenta de que en la ciudad no hay nadie. La primera impresión es que los humanos han sido casi todos extinguidos a causa de un virus. La  epidemia debió propagarse con mucha virulencia por los Estados Unidos. Pronto descubre, al leer los periódicos, que la expansión de la pandemia por todo el planeta fue debido a los viajes en avión. Entonces se pregunta "¿cómo he podido sobrevivir?" La primera hipótesis es que algún antídoto tuvo que infiltrarle la mordedura de la serpiente. 

    Ish, que así se llama el protagonista, lejos de desesperarse se embarca en un viaje solitario de costa a costa, de  oeste a este de EEUU. Al final del viaje decidirá volver a casa de sus padres, en San Francisco. Pronto encontrará más supervivientes, incluso una mujer de la que se enamora, con la que tendrá numerosos hijos. Su nueva familia junto con otros supervivientes se unen para formar una Tribu, de la que nacerán nuevas generaciones; pero todos, por cómo ha quedado el mundo, dejan de creer en los conocimientos cientifico-técnicos, esos que produjeron tantos adelantos. Ish -el personaje principal un tanto melancólico- siempre estará obsesionado con recuperar la civilización perdida. 

    Al final, Ish en un acto de redención consigo mismo asume que los avances de la civilización, por muy novedosos e importantes que resulten, son todos caducos y efímeros.

El Presente

    La analogía con la pandemia por covid parece inevitable. Nosotros, igual que hace el protagonista de La Tierra Permanece, hemos bautizado la pandemia como El Gran Desastre, y para el próximo año, ya tenemos un nombre, el año uno; ojalá a este próximo año podamos llamarlo el año bueno

Con estas bellas palabras termina la novela:

    "Miró otra vez las cimas lejanas. Se había esforzado tanto… Había luchado… Había mirado hacia el pasado y el futuro. ¿Qué importaba todo ahora? ¿Qué había hecho realmente?
    Nada quedaba de todos sus esfuerzos. Se dormiría, descansaría en las faldas de aquellas montañas que se parecían a los pechos de una mujer y eran a la vez un símbolo y un consuelo.
    En seguida, aunque apenas veía ahora, se volvió hacia los jóvenes. Me entregarán a la tierra, pensó. Y yo también los entrego a la tierra, madre de los hombres. Los hombres van y vienen, pero la Tierra permanece.”

3 comentarios:

  1. Muy buena la entrada, Alfredo. Creo que es una recomendación muy oportuna. Me gustaría que indicaras alguna analogía más con la realidad que estamos viviendo y, por curiosidad, quisiera saber si te tienta escribir ciencia ficción como la que nos recomiendas. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Gracias Elena por lo acertado de tu comentario.
    Creo que el parecido entre la covid y la pandemia de la novela sería cómo queda el mundo tras ese apocalipais. En "La Tierra permanece" nada queda del viejo mundo, y se ve lo que deja el Gran Desastre. Es lo mismo en la covid, nada permanece igual después de su paso por el mundo. La nueva normalidad, ni es nueva ni es normal; sólo nos queda el recuerdo de lo que fuimos, y de lo que hacíamos.
    Lo de si tengo un proyecto de ciencia ficción, en este momento me parece tan doloroso que necesitaría eliminar todo el sarcasmo de mi escritura. En "El Fósil vivo" ya creé una sociedad nueva desde mi imaginación, siempre sin la obsesión por la ciencia, ni lo que esta deja tras su malintencionado obrar.

    ResponderEliminar