viernes, 13 de agosto de 2021

Dos recuerdos construidos al gusto: ¿Cómo se monta un recuerdo, si solo disponemos de un chispazo primigenio?

En estos días sentimentales muy propensos al recuerdo fácil, cuesta hacerse a la idea -aunque solo sea de manera intuitiva- de que todos los recuerdos son falsos, y, en cambio, hay multitud de  estudios que parecen avalar esta toería, pero, entonces ¿cómo se construye un recuerdo? 

Un buen método sería la superposición de varias experiencias o imágenes con las que componer el susodicho recuerdo; todavía mejor, podríamos establecer una yuxtaposición de las distintas visiones con las que cada recuerdo ya cuenta, es decir, con las versiones distintas de todas las ocasiones. Todo esto sin mencionar que el mismo recuerdo es interpretado por más de un implicado. Sería fácil concluir que varias yuxtaposiciones pueden construir por sí solas un recuerdo.

Pero ¿cómo se monta un recuerdo, si solo disponemos de un chispazo primigenio? 
Tengo al menos dos chispazos en el margen de mis recuerdos: la palangana y la albóndiga. Mi madre de niño me bañaba en un barreño, cubo, piscina olímpica o simple palangana de zinc. ¿Puede una simple palangana trasformarse en piscina olímpica? ¿Y el niño gordito podía vestir pañales de neopreno? Todas esas visiones han sido verdaderas, pero ¿cuál es la primigenia? ¿Cuál es el recuerdo auténtico? Solo puedo garantizar una cosa, que esto ocurrió al amanecer de un día. Desde ese momento tuve que montar el recuerdo.

Foto: www.istockphoto.com
 
También mi madre que luchaba contra mi hambre feroz me regaló una inmensa bola de carne, una albóndiga, inusual comida para un bebé sin dientes todavía. ¡Qué felicidad debió sentir ese crió! Eso creo. Tuvo que ocurrir en el atardecer de un día. El manjar se convirtió en albóndiga años después, cuando mi madre lo relataba. Fue ella quien se hizo cargo del montaje. Yo me quedé con mi recuerdo, la solitaria imagen de mi madre en bata de guata, bañada en la tenue luz de una vela, como si dicha oscuridad recubriese esa pátina del trozo de mi memoria. ¿Lo recordaré toda mi vida?... Las imágenes las diluye el mismo tiempo que envuelve los recuerdos. Tuve que ayudar a mi madre en el montaje completo del susodicho recuerdo de la albóndiga.

Ambos recuerdos sucedieron en su día, pero luego fueron construídos -montados- al gusto. 

Ahora no me dejan dormir por el exceso de sentimiento amoroso maternal, fácil de resumir con una palabra: amor. Podríamos decir que la palangana y la albóndiga las ha producido el sumatorio de dicho amor, las yuxtaposiciones de todos esos sentimientos.



5 comentarios:

  1. ¡Qué bonito comentario sobre tus recuerdos ligados a tu madre! Coincido contigo en la falsedad de los recuerdos, o en lo que de falso hay en ellos. Hablas de montar al gusto un recuerdo, pero ¿cómo se podría desmontar un recuerdo? ¿cómo podríamos descubrir la falsedad de todo o parte de ese recuerdo? Si es un recuerdo compartido, ¿quién dice que la otra parte no está también equivocada? Un fuerte abrazo. Y por cierto, a mí también me bañaron en una palangana semejante (hasta tengo fotos en ella).

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    2. Gracias Lago de Como por tu comentario.
      Creo que es más fácil olvidar un recuerdo que desmontarlo, pues cada vez que intentáramos quitar algo de él se haría más fuerte su recuerdo. Y sí, si los recuerdos son todos prácticamente falsos también los de los terceros, las terceras personas involucradas en nuestros recuerdos estarán equivocadas.
      Me alegra que tú también tengas en tu cabeza una palangana. De estos dos recuerdos de mi entrada han surgido los impulsos para la nueva novela que estoy escribiendo, pero eso es otra historia...

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  2. Me entusiasma el tema de los recuerdos y lo tratas muy poéticamente en esta entrada, te felicito. Estoy totalmente de acuerdo contigo en cuanto que nosotros mismos "montamos" nuestros recuerdos. Como si de una película se tratase hacemos el montaje de nuestras vivencias recordadas. Me gustaría saber qué piensas del olvido de vivencias, montamos los recuerdos pero ¿por qué olvidamos y evitamos el recuerdo de otras muchas vivencias? No sé si el tema afecta al escritor como algo literario.

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    1. Gracial Elena por tus palabras.
      Efectivamente, somos nosotros mismos quienes montamos al gusto nuestros recuerdos, y la analogía con el cine -con el montaje de escenas- me parece muy acertada.
      El olvido parece algo menos literario y cuando algo olvidamos no es voluntario, sino que suele ocurrir porque algún trauma o accidente médico nos obliga a ello; sería como un mecanismo de defensa que tiene nuestra mente para poder soportar el dolor. El tema del olvido me parece también posible literariamente hablando, aunque creo que se ha escrito mucho menos desde el olvido que desde el recuerdo.

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