domingo, 24 de octubre de 2021

La analogía entre la literatura y la vida: la falacia de lo global

     Estamos en octubre, buen mes para pensar en algo tan poco cotidiano como la analogía -en absoluto facilona-, entre la literatura y la vida; todavía se nos muestra menos evidente, si le metemos dentro una máxima algo oscura: `lo global es una falacia´. La globalización, que para todos era algo inevitable, ahora, para algunos, puede parecer falaz. ¿Cómo una cosa que siempre se nos presenta como un imposible, un desiderátum, incluso como un imponderable, contiene dentro una falacia? 

    Efectivamente, todo lo que a simple vista puede parecer global, para algunos seres vivos, es algo que precisa de un agarradero. Necesitamos de un nuevo concepto, con el que guerrear contra esa inexpugnable globalidad. Para que mis personajes actuales se convirtieran en la carne de mis próximas novelas tuve que apostar por el Paletismo Municipal. Este es mi agarradero literario y lo tengo en exclusividad.

    Como se trata de un concepto nuevo tengo que explicarlo. Mis nuevos personajes son tan paletos y diminutos que solo pueden expresarse con un lenguaje chabacano y nada poético. Ellos necesitan esa manera de hablar para mantener su textura tan... ordinaria, alejada del buen código universal de la elegancia. Mis paletos municipales se expresan con la turbulencia de la simplicidad, y se alejan constantemente de la literatura clásica, esa que siempre apuesta por situarse en la posición exacta, en el acierto de lo expresado. 

    Me siento obligado a pronunciar -por primera vez- el nombre del personaje principal de mi primera antinovela, La Paraeta, la obra que tengo horneando... ¿qué digo? Ya está en el gratinador. Severo se llama "mi titán, el hombre que se habló de tú".     

    Severo, él solito, contiene toda la psicología del paleto municipal, y, sin apenas notarlo, porta sobre su inmensa espalda chepada una roca de cientos de kilos. En su ofensiva chepa le caben un sinfín de narraciones estereotipadas, de héroes con una retahíla de narradores insufribles. Hablo de esos literatos "oficialísimos" e incansables, siempre obsesionados con adornar cada rincón de su narración, con el adorno de sus bellísimas palabras,  como si eso fuera posible. ¡Cuántos años -incluso siglos, diría yo- le caben a Severo en sus espaldas!

       Las raíces de Severo son pantanosas, pero son solo suyas y de su pueblo. Severo es  un hombre municipal, es de talante tranquilo, suave, amoroso con su Juana. Severo, mi protagonista lacónico -aunque, quien de verdad lo conozca le parecerá un simple paleto-, tiene una mirada que aparenta ser casi cosmopolita, sí, pero sin escapar de su pueblo; por eso el  cosmopolitismo del que goza será tan paleto como municipal. Sus hijos y nietos, todos sus ancestros pasados -personajes también de mi novela-, desean ver que el mundo entero reconozca a Severo como un hombre sin igual. Ya hablé de mi método empleado en La Paraeta en la entrada del doce de Julio. Por si alguien no lo recuerda, decía: 

    "(...) mi nuevo método para contar historias, método que precisa colocar las experiencias de una determinada manera: las esperiencias deberán desenfocarse, con permiso, por supuesto, de la imaginación que siempre está activada". 

    De esta forma explicaba el método para escribir las antinovelas.

    A este método le faltaba algo, necesitaba unas nuevas maneras de narrar, un sonsonete, tipo infantil o caja de música, al que que llamé costumbrismo narrativo. El tema  se las trae. Lo retomaré en entradas posteriores.

    Como puede observarse, en este octubre, parece que necesito hablar sobre entradas del pasado. De esta manera explicaba cómo es, para mí, una antinovela: 

    "Si el objetivo es una novela ordinaria, el método será presentar las experiencias al gusto del escritor; pero, si el objetivo es una antinovela -y esto es lo que es novedoso-, el método será algo más sofisticado. En una anti-novela la distorsión de las experiencias tendrá que ser, como mínimo, a la carta, ya se trate de una anti-novela con narradores algo deficientes, personajes un tanto peculiares, o, simplemente se trate de una anti-novela con su historia un poco rara."

    Severo es el protagonista de La Paraeta. El argumento de la novela me vino a la mente al dictado, por una inolvidable experiencia, la de un tio mío moribundo. De nuevo se nos mete la analogía entre la literatura y la vida. Lean lo que dio de sí una simple experiencia: 

    Mientras le llegaba la muerte -a mi tío- un puñado de hijas -tres- se arremolinaban ante él con muchas lágrimas, con la tristeza anticipada por todo lo que se les avecinaba. Antes del último suspiro llegó la nuera en discordia -la nuera indeseable-, la que estaba casada con su único hijo varón, y mi tío, antes de expirar extrajo de su ánimo todo el perdón de los acontecimientos que habían tenido lugar. Dicho perdón venía muy a desmano, por todas las actos anteriores del varón. La escena estaba preparada para que el lector sufriera, pero se me ocurrió darle un toque cómico, y que el lector se riera  un poco; por eso, años después de haberla vivido, la puse sobre el papel ya reciclada, embadurnada, emborronada o desenfocada, como se quiera. Me refiero a la escena de mi anti-novela La paraeta, que saldrá pronto a la luz. Para que se comprenda será necesario releer mi entrada del siete de junio, en la que hablé sobre las experiencias imaginadas:

 "Las experiencias -aunque las tengamos completas- es preciso mezclarlas con  otras muchas cosas. Las experiencias son tan poco divertidas que precisan, por ejemplo, de la imaginación para que parezcan otra cosa, más suculenta y comprensible. Así es como las experiencias se hacen magras la imaginación adoba la carne de la novela".             

    Puede parecer inaudito que una novela surja de una sola experiencia, por muy impresionante que esta sea, pero en mi caso así fue, de ella extraje mis personajes, su argumento, el tono y poseriormente todos los recursos literarios. 

    La falacia de lo global era el tema de esta entrada, y como puede verse, de un simple acontecimiento surge una historia -o una historieta tal vez-, pero ningún lector podrá encontrar en La Paraeta pensamiento global alguno, por mucho que se esfuerce en rebuscar entre los entresijos de mis personajes. Nada, ningún resto de globalidad habrá, ni si lo busca en el paleolítico social, ni tan siquiera allí donde gravitan nuestros pensamientos más sofisticados y profundos, me refiero a nuestra querida Atapuerca.






 



3 comentarios:

  1. Me ha interesado mucho tu entrada, Alfredo. La relación entre lo global y lo local siempre es un tema interesante para la literatura. Tus novelas anteriores aunque nos acercaban a mundos particulares tenían un mensaje muy cosmopolita. Por ejemplo en "Residencia de quemados" avisas sobre los peligros del "lacayismo" y de las enfermedades "idiosomáticas". Un tema que afecta a todas las partes del planeta. Me gustaría saber si estás de acuerdo y si con "La paraeta" aunque partes de un "paletismo municipal" el mensaje final sigue siendo cosmoplita. Gracias.

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    2. Muchas gracias Elena por lo acertado de tu comenario, y por tus amables palabras.
      Efectivamente, en mis anteriores novelas, incluyendo "Tomoko",los temas de los que me ocupaba eran cosmopolitas, universales para cualquiera que los leyese.
      En "La Paraeta", por el contrario, nada podrá encontrar el lector que sea equiparable a lo anterior. Una cosa sí vale para todos: la imbecilidad se encuentra bien distribuida en todo el mundo, por lo que cualquier lector encontrará personajes equiparables en su mundo circundante.

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