jueves, 24 de febrero de 2022

I. La otra vida de los recuerdos. Recuerdos de "El Fósil vivo" y de "Tomoko"

Es fácil aceptar que hay al menos dos tipos de recuerdos: los que sirven para alimentar la melancolía de sus protagonistas -con la que se aburre a conocidos y extraños-, y los que encuentran otra vida, una vez se han postulado como carne de novela. Me interesan estos últimos, al ser ellos con los que se escriben las novelas. 

Para que los recuerdos adquieran la condición de ser ladrillos de construcción narrativa deberán perder su exactitud -esa tozudez obsesiva que tiene lo recordado por permanecer invariable-, o lo que es lo mismo, que necesitarán unos retoques para transformarse en carne si quieren formar parte de la vida de ficcion. Buscaré algún ejemplo en el que un recuerdo, de pronto, decide ser carne de novela. Como ya he dicho, lo que no será posible si los recuerdos mantienen su obsesión por permanecer exactos. Aparentemente puede parecer un mecanismo fácil, pero para que un "triste" recuerdo adquiera la pesantez necesaria que todo buen relato requiere, como mínimo, necesitará de adiestramiento, así la exactitud perderá su resistencia. Después, la fantasía -como facultad necesaria- mezclará los recuerdos para crear una novela.

De El Fósil vivo se me ocurren cuatro ejemplos. El primero: cómo me vino a la cabeza el personaje de Modesto Bauer, de lo que ya hablé en la entrada "La fuerza de un adjetivo" del 28 de diciembre del 2018.  En ella explicaba cómo de las anécdotas de un ser real extraje mi personaje inusual. De una conversación con algunos comensales, en la que uno de ellos contó la terrible historieta de un joven (en extremo atacado por la decencia) que pugnaba por una plaza en la enseñanza, y que solo consiguió antes de morir. En este caso, mi personaje fue producto del recuerdo de esa anécdota. Así lo escribí ese día: 

 "Fue en una comida cuando uno de mis maestros filósofos contó las "aventuras" de un conocido, un hombre eternamente obsesionado con sacar una plaza en "salvaje" oposición, pero la anhelada plaza se le resistía. Al final, ya en su lecho de muerte consiguió ganar el concurso; era un hombre tan decente que tuvo que esperar la muerte para conseguir su reconocimiento, porque en nuestra sociedad parece difícil que la decencia sea amiga del éxito. Como puede verse es una historia usual, pero a mí me produjo mucha ternura, me conmovió, a pesar de que al comenzar a escuchar la historia todos nos reímos mucho".

El segundo recuerdo del que deseo hablar lo escribí tal como lo recordé -el recuerdo era exacto-, sin pasar por los retoques de la fantasía. Lo llamaremos "La chinita", la joven con la que me tropecé en el vestíbulo del Art Institut de Chicago.  Este recuerdo, sin ser intimo, daba veracidad y realismo al relato. 

 

 

El tercero es el cuadro en el almanaque: me encontraba en la sala de espera de mi dentista para que me sacaran una muela. El cuadro es archiconocido, por lo que tuve que meterle toda la imaginación y la fantasía para extraer de él una escena entera para mi novela: así escribí la escena:

 

                              Descripción del cuadro en El fósil vivo. Luna de abajo

                             Parte de la portada de El fósil vivo. Luna de abajo                                


 

El cuarto recuerdo expresa mi estado mental de ese momento, mi odio atroz hacia los turistas del montón, y que no tardé en definir como los bichanclos. Esa era mi ideología contra ese movimiento mundial en favor de la playita, la neverita de hielo y la sombrillita pertinente. Mi narrador, obsesionado con sus notas mentales -los apuntes de sus libretas- tuvo que inventarse una lucha sin cuartel contra algo tan... tan natural como irse a la playa. ¡Menudo compás! ¡Menudo ritmo para novelar!

 

                        Cuadros de Ana Canal
 

Puede el lector extraer de estos cuatro recuerdos cuatro categorías trascendentales que se pueden encontrar en mi novela El Fósil vivo: personaje, veracidad, escena  e ideología.

En mi novela Tomoko, en cambio, es más fácil lo de  rectificar la exactitud de los recuerdos. En Tomoko, cada recuerdo revolvía mis sentimientos, cada combate, cada anécdota, al ser novela biográfica estaba llena de recuerdos; hay que tener en cuenta que mis experiencias nada tienen que ver con el argumento. 

 

 

Cada razonamiento mío al respecto del costumbrismo de Japón era verídico, bien cuando lo ponía en boca de mi narrador, o si era la joven Tomoko quien lo expresaba.

 

                        Texto de la novela Tomoko. Luna de abajo

Por último, quería comentar algo sobre cómo era mi estado mental: me encontraba en la esquizofrenia entre la lucha y el pensamiento. Me miraba hacia dentro, y me venían a la cabeza viajes por el mundo, mientras soñaba con combates de judo, al mismo tiempo que me veía leyendo libros de filosofía y literatura. Esa y no otra era la psicología que tenía en ese momento, así era mi motivación que se debatía constantemente entre la brutalidad y la intelectualidad.

 


 

Dos categorías nuevas en mis maneras de novelar, el costumbrismo y la psicología.

3 comentarios:

  1. Los ejemplos que pones me parecen muy afortunados, he leído tus novelas y me cuadran muy bien los recuerdos(fotografías) con ciertas imágenes que relatabas en tus obras. Me gustaría preguntarte si de todas las categorías que comentas, categorías para organizar tus recuerdos, a saber, la veracidad, la ideología, el costumbrismo o la psicología, cuáles son las que más empleas. Y por otro lado, si cuando escribes la novela eres consciente del uso que estás haciendo de estas categorías.

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    1. Gracias Elena por tu acertado comentario, como siempre.
      Todas las categorías son para mí igual de importantes, aunque hay una que supera mi previsión. La ideología está más presente en mis novelas, es la principal motivación para escribir, es la primera idea para concebir mi novela. El costumbrismo también es importante, aunque esta categoría se muestra como estructural, es una pretensión de toda la narración que llevo en la mente, como odcurrió con "Tomoko". Las categorías, por otro lado, las concibo después de pensar en las novelas y de tenrlas en mente se enredan, se acentúan en la narración.Un saludo

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