martes, 15 de marzo de 2022

II. La otra vida de los recuerdos. Recuerdos de "La Venganza del objeto" y de "Residencia de Quemados"

    Continúo la temática de la última entrada. Esta vez reflexiono sobre el pasado como el auténtico motor de los recuerdos, y del rastro que siempre este deja, la nostalgia. 

    El presente de nuestras historias se relata desde el pasado, es este quien reescribe cada historieta, eso sí, con las herramientas cognitivas del presente, como por ejemplo la actitud o la motivación, ambas dictan las maneras del relato, o el tono predominante, ya sea este crítico o simplemente descriptivo. El pasado es el único constructor de recuerdos, y al mismo tiempo construye la nostalgia; el pasado la crea, pero igualmente la daña. La nostalgia al notarse en peligro se revuelve, esconde en nuestros huesos sus rastros; puede recluirse, pero se siente tan poderosa que jamás acepta ser borrada. La nostalgia vive por su cuenta, y no existe quién pueda engullirla ¿Qué bicho podría tragarse -sin apenas masticar- la bolsa mohosa repleta de nostalgia?

    Vuelvo con la otra vida de los recuerdos, cuando se hacen carne de narración. Me referiré a las dos primeras novelas que escribí: 

    Residencia de quemados fue la primera. Necesitaba darle forma a los aspectos de mi carácter adolescente,  y lo hice desde la exageración llevada a la hipérbole. De esa forma entró en mi cabeza el personaje principal de Residencia de quemados. Ruta surgió como la unión de la justicia y la fuerza. ¡Qué difícil aunar la justicia con la fuerza! Estas dos virtudes parecen repelerse siempre que miramos los aconteceres históricos. Pondré algún ejemplo de cómo esquematicé  las virtudes de Ruta:

     De esta forma tan poco usual describo el corazón de Ruta, como un carácter cuasi militar, tal es su arrogncia.   

    Observe el lector cómo ve Ruta sus estudios. Parece una propuesta imposible de un plan de estudios, de una escuela donde la princesa Ruta apuntaló sus conocimientos entre chozas y Talentos. Así es La aldea de la razón, tal y como yo veía facultad de filosofía. La educación hecha añicos:

      Esta era la estructura de La aldea de la razón con sus profesores o Talentos: ¡Alucinante! el mundo imaginario de la `princesita´.

   De forma más intelectual se narran los defectos psicológicos. Me centré en los más patológicos, o al menos los que más daño me hacían. Mi personaje Clara los trata desde su profesional punto de vista, desde la psicología. Tenía tal fijación por los problemas psicológicos que los metí en mi novela a ver qué pasaba. Una de esas patologías era la monología, los monológicos se me resistían. ¿Quién no tiene cerca una de esas bestias?:


    

    Mi fantasía los metió a todos dentro de una sima: la sima de los bestiariosComo se puede observar cada patología tenía su psiquiátrico natural. Los bestiarios (los monológicos ancestrales) habitaban encerrados en una sima. En la novela cada patología tiene su propio `imperio´ en el que esta se cobija:


    Sazonado corazón es el personaje con la patología que más daño me hacía, y tenía, por supuesto, un referente vivo: el innombrable le llamabamos cariñosamente. Ese era mi amigo, el paladín de tamaña anomalía psíquica:

 


Otro era El hombre de oro, el espécimen obsesionado con el dinero, con el negociado y las empresas. Este era otro de mis problemáticos psiquícos:

    


    La mujer fantástica se limitaba a las actividades manuales de manera obsesiva:      


 

    La novela nació de conversaciones en mi casa con buenos amigos, de un montón de cachitos de recuerdos y con ellos monté la novela ¿Qué más podía yo hacer con estos rastros de nostalgia?

    De la segunda novela, La venganza del objeto, solo extraeré dos recuerdos ordinarios. Mis primeras incursiones al campo asturiano.

 


      ¡Qué difícil es narrar un sonido! ¡Difícil darle musicalidad a las palabras!

 

    La venganza del objeto es mi novela más emotiva, en ella tuve que seguír las señales del  rastro  que deja la nostalgia y ¿cómo se ordena la nostalgia? Solo podía intentarlo ordenando los recuerdos de mi padre, por lo que tuve que introducirlos en un "Devocionario" -un diario sentimental, un calendario emocionante-, cuyo contenido extraje de una cinta -una cassette-, donde se escondía el último testimonio de mi padre.  No se le puede tener manía al tiempo por mucho que le dé por triturar recuerdos. El tiempo no solo los tritura, porque además tiene un afán, allanar el pasado, o lo que es lo mismo, iguala los recuerdos, hasta los más estructurales, o los más configurativos; mi cassette era uno de ellos ¿Habrá otras nuevas cassettes? ¿Cuántas cassettes le quedan al mundo? Las novelas perduran y yo a eso le doy las gracias. 

    La narración de La venganza del objeto era tan compleja que precisaba plasmar mi ideología dentro del "Devocionario".  Pondré un ejemplo. La obsesión que tenía con las malas artes de los escritores  -antes incluso de ser uno de ellos- me llevó a plasmar una pequeña taxonomía de cómo eran los diferentes tipos de escritores. Tal que así me los representaba:     



Mi narradora Nativela narra así mi recuerdo.

3 comentarios:

  1. Querido Alfredo, me parece que haces en estas últimas entradas una incursión metaliteraria muy necesaria y explicativa. Pocas veces tenemos la oportunidad de conocer los mecanismos internos que llevan al escritor a escribir su obra. Gracias por compartir tus mecanismos con tus lectores. Dices en la entrada que el tiempo tritura los recuerdos, ¿crees que en el caso del escritor al mezclarlos con su fantasía e imaginación los recuerdos son más triturados hasta hacerse añicos?

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  2. Gracias Elena por tus palabras, por tu comprensión.
    Eso exactamente es lo que quería decir, que el tiempo tritura los recuerdos que al mezclarse, al disolverse entre la fantasía y la imaginación del escritor cambian tanto que hasta se trasforman en algo difernete, algo con lo que crear las novelas.

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