viernes, 1 de abril de 2022

Vademécum de los recuerdos o catálogo abierto

    Esta es mi última incursión sobre los recuerdos. Me centro en dos tipos de recuerdos. Los primeros los llamaré los cansinos, esos que son más usuales -los recuerdos sin más-, o  recuerdos de tertuliano, como también se llaman. ¿Porqué quién no tiene un recalcitrante en casa siempre presto para hacer las tertulias más pesadas? Y los segundos, los que tienen otra vida, los recuerdos anotados en una libreta, esos bosquejos ansiosos por mostrarse al mundo, que por lo tanto, se convierten en carne de novela, siempre ansiosos por querer ser más, siempre alerta con la conciencia de convertirse en papel, y muy "propensionados" en hacerse públicos por ser los guionistas de su  novela, recuerdos sin ese secretismo que da el anonimato.

    Ahora me centraré en configurar un listado o catálogo -un a modo de vademécum- de todos los recuerdos que se me ocurran, por supuesto, el catálogo -como cualquier buen catálogo- quedará abierto. 

     El primer tipo del catálogo incluye los recuerdos de la vida real, que abarca los recuerdos sensitivos o sensoriales: los del oído, como son los musicales, o cualquier otro "estruendo", o simplemente los sonidos naturales, como por ejemplo, el canto de los pájaros; y los de la vista, también llamados por algunos los recuerdos visuales o visionados, siempre capaces de perfilar imágenes, como hace una vulgar foto. Cada sentido tendrá sus recuerdos propios, nada diré del sentido del olfato ni del sentido del tacto, de los que habría mucho que hablar. También son importantes los recuerdos de una escena, más o menos cotidiana, la cual se puede trasladar a una novela tal cual, sin retoques, o el recuerdo de un objeto, porque ¿acaso alguien se ha podido olvidar de su tropiezo con una oreja gigante de escayola -que esquematiza el oído interno-, en el armario de su clase de biología en el instituto? 

    En contraposición a los de la vida real, y como segundo tipo del catálogo, se encuentran los recuerdos de la vida imaginada, como son los recuerdos de texto -imaginados por una mente creativa-. Estos recuerdos serán los más literarios. Como ejemplo de recuerdo de la vida imaginada, citaré el inusual e imaginado párrafo con el que sueña todo padre, ya sea minero o funcionario. 


    Este párrafo es ejemplo de recuerdo de la vida imaginada, es un  texto, y lo extrajo mi imaginación de los pensamientos desordenados de mi progenitor,  cuando le hablaba a mi madre sobre cómo deseaba que fuera su hijito, y fue en una conversación que tuvo con ella en una salita decentemente decorada.

     Ejemplo de un recuerdo sensitivo visual:

    Es sensitivo este recuerdo por todo lo que expresa, un grupo de mineros harapientos, pero con la chulería de los cordobeses, con sus boinas-casco ladeadas. Ambos ejemplos -el párrafo y la foto- se circunscriben a La Venganza del objeto.

    Me parece que lo del vademécum es imposible abordarlo en toda su profundidad, además, esta entrada pretendía ser la cuarta sobre los recuerdos, con ella quería darle acabo a la memoria y a su única herramienta, el recuerdo. Esto ahora me parece algo imposible.

    Se me ocurren una infinidad de modelos, como por ejemplo, los recuerdos cruzados, que serían recuerdos mezclados, o recuerdos al gusto, para poder usarlos en las novelas, sin nombrar a los recuerdos intelectuales, muchos de ellos representados con frases lapidarias. ¡Ah! se me olvidaban, están los recuerdos estructurales, para mí los más importantes, pues son ellos solos los que producen la motivación de una novela. 

    Pondré algún ejemplo de estos reduerdos estructurales:

    En Residencia de quemados sin ir más allá, me centré en dos de ellos: 1) lo que me dijo un amigo al respecto de lo que parecía mi casa, una residencia psiquiátrica o mejor aún una residencia de quemados;  2) el segundo se vincula a esas cenas de los sábados en las que mis amigos de antaño y nosotros hacíamos un trueque de productos agropecuarios. Ambos recuerdos estructurales se mostraban como un cajón en el que cada escena de mi novela cabía. Este último recuerdo estructural es también un recuerdo guía, un recuerdo desde el que monté un desiderátum, la utopía que en mí latía.

     Recuerdo estructural:

    Así construye la imaginación un recuerdo guía. De esta manera tan inusual describía mi mente -todavía un tanto adolescente- mi desiderátum. Como buena utopía no era posible, o sea que no pudo ser.

    Solo me queda hablar de otro tipo de recuerdo, los recuerdos del revés. Estos podrían ser esos tan modificados por la imaginación que se verían como contrarios a la realidad, lo que les haría pertenecer a la vida imaginada; nadie podría imaginarse un recuerdo al revés, sin pasar este antes por la fantasía ¡Madre mía! esto no me lo esperaba. Estamos hablando de recuerdos que todo escritor utiliza, sin conocerlos, sin saber que existen y sin saber nada de ellos. Se me hace que deben ser recuerdos tan fuertes que necesitan ser modificados -colocarlos del revés-: el recuerdo de un valiente vale para definir a un cobarde, o el recuerdo de algo muy alegre que ocurrió servirá para relatar una escena super triste. No parece que nadie pueda encontrar la diferencia entre los recuerdos contrarios y los del revés. Desde luego ambos forman parte del repertorio que todo escritor sueña con tener.






6 comentarios:

  1. Me siento totalmente involucrada con tu categorización y explicación de los recuerdos. Lo que nunca había pensado es que fuesen de tanta utilidad para el escritor. ¿Crees, por todo lo que comentas, que los recuerdos tienen vida propia, que estarían llenos de vitalidad? Y también me gustaría pedirte que comentases algo más el recuerdo sensitivo visual que plasmaste en "La venganza del objeto". Gracias y un saludo

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    1. Gracias Elena, te agradezco tu comentario tan acertado como siempre.
      Realmente los recuerdos son la masa con la que el escritor cocina sus novelas, y estos tienen vida propia porque son modificados en el tiempo por el narrador, son diseñados a su medida.
      Con respecto al recuerdo de la fotografía, esta fue un motivo más para escribirla, el recuerdo de mi padre tenía la forma de la mina en la cual se enterraba cada día para extraerle carbón a la tierra. Remirar la cara de él y de sus `compadres´ era el revulsivo para concentrarse en la escritura, era lo que dictaba mis palabras del devocionario, y en contrapartida de toda la historia de Chiripa, un personaje tan contrario a Valiente, el verdadero protagonista de la novela.

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    2. Gracias, Alfredo por tus aclaraciones. Por cierto, sobre el recuerdo de la vida imaginada, en relación al anhelo de un tipo de hijo, me gustaría saber cómo se fraguó realmente, cuál fue la conversación que te inspiró porque me parece un recuerdo muy novelado.

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  3. De nuevo reitero mi agradecimiento.
    Dicho recuerdo lo fraguó mi mente incluso antes de ser escritor. La conversación tuvo lugar en una salita y en ella mi padre expresó cómo desearía que fuese su hijo, con todo lo que a él la historia -la guerra y la posguerra- le negó.

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