viernes, 5 de agosto de 2022

Una biografía imaginaria

Sigo con la entrada anterior, la del 29 de Abril. Ahora deseo centrarme en los aspectos más, ¿cómo diría?, los aspectos más humanos de este ente tan inmaterial: el pseudónimo que vivió solo en mi cabeza, con una existencia efímera en el tiempo, aunque mucho más prolífica de lo que jamás hubiese imaginado. ¿Cómo podemos hablar de la vida de un pseudónimo? Difícilmente, sí. Intentaré hacer algún esbozo de su biografía imaginaria creada mientras escribía sobre vecinos de aquí y amigos de allá, tal como me convenía. Cada conocido tenía un defecto, o una virtud, ambos siempre valiosos, para que el pseudónimo hablara.

Le puse por nombre Elena Hierro Guerrero ¡Menudo pseudónimo! Me la imaginaba activa cerebralmente, con su cabeza repleta de ideales  inactuales, ideales que a cualquier lector le parecerían de otro mundo, ideales obsesivos para cualquier humano que conozcamos. ¿De dónde sacaría Elena esos ideales? Tuvo que ser de donde nació, porque como tantos otros nació en el Mediterráneo. Le presupuse estudios -de oídas, autodidacta- estudios de filosofía en la facultad de Valencia. Como buen pseudónimo siempre estaba camuflada, aunque la tenía pegada en mi cabeza, incluso a veces usurpando parte de ella, como la obsesión recurrente de quien nos anula, como cuando un espiritu nos posee.

De Elena necesité el odio a los bichanclos -esos turistas que se mueven en masa-, y que después fue fácil introducir en el argumento de El Fósil vivo, y desde una visión muy mágica del mundo. Más tarde le vino el odio a la psicología clínica -la psicología barata-, que tanto daño le hizo a mis más queridos amigos, sobre todo a uno de ellos, -mi amigo el inombrable- mi talentudo también autodidacta y que jamás quiso estudiar,  que solo miró de reojo a la Universidad. Elena, igualmente, quería ser esa sabia sin estudios que cree saberlo todo. Su pésimo carácter, como una amargada incomprendida, poco a poco se me echaba encima.

Elena no pone límites a su odio, sentimiento que le viene de dentro, desde la Albufera al Mediterráneo hasta que sustantiva su odio contra el turismo de masas, y ¡cómo odia a los psicólogos! tan permisivos con las depresiones que confunden una facilona tristeza con una profunda depresión. Hoy día odiaría a los psiólogos diagnosticadores de las ansiedades provocadas por nuestro modo de vida. 

Como siempre quise controlarlo todo, no me conformé con crearle una vida ¡quería más! por eso le puse la arrogancia en el pensar, y sobre todo unas maneras de escribir extravagantes, al margen de mí. Elena siempre estuvo presente en mi vida como el azote a mis convicciones: me enamoré de esa cabeza tan recién estrenada. Pondré un texto significativo de su forma de pensar sobre la escritura, texto que recoge las palabras de Elena a su sobrina poco antes de morir:

Como dije más arriba Elena nació en el Mediterráneo, no en sus profundidades, fue en las veredas, muy cerquita del barro, donde murieron un montón de griegos, o donde sintieron traiciones sus enemigos los romanos. Luego murió -o mejor la maté- en un epílogo, el de Residencia de Quemados, en una salita decentemente decorada.







2 comentarios:

  1. Siempre me ha interesado el tema de los pseudónimos. En tu caso el pseudónimo de Elena Hierro Guerrero es muy significativo, aparece en dos de tus novelas más ácidas contra el mundo. Aunque dices que tiene rasgos de varias personas, por ser un pesudónimo también se compodrán de rasgos tuyos, o, por el contrario ¿lo creaste como un falso pseudónimo? Me gustaría también que me explicaras algo más sobre la idea que lanza a a su sobrina: "Escribir es querer decirlo todo de una vez".

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  2. Gracias Elena por tu acertado comentario.
    Mi pseudónimo es una mezcla a la carta con todas las actitudes que conocía en mi juventud. Todas ellas me gustaban, pero era imposible juntarlas en la vida real.
    Respecto a las palabras que le dice a su sobrina no son otra cosa que el resumen bien escrito de todo lo que dije antes: "Integrar todo el espíritu -de una vez-, el que sale de dentro y el que acecha desde fuera"(...)" Los picores internos que a borbotones nuestro corazón escupe, y la frialadad de los documentos ¡Plasma y médula entrelazados, qué hallazgo!

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