lunes, 7 de agosto de 2023

El carácter de Elena Hierro, mi pseudónimo preferido

Elena Hierro Guerrero fue mi pseudónimo favorito.

Un día como hoy -un cinco de agosto, con todo el calor-, pero treinta años más tarde que yo, nació Elena, mi pseudónimo favorito, por eso celebro ambos cumpleaños este día.

Elena escribió Residencia de quemados ingresada en un psiquiátrico de donde extrajo su odio a los psicólogos. ¡Qué bien le salió su propuesta de un Relato total! En Residencia de quemados ella se convierte en un personaje más de la novela que detesta a los psicólogos y a todos los que acuden a ellos por una presunta debilidad de carácter.

Más tarde la emprendió en El Fósil vivo contra los peregrinos, contra los turistas, con los que se ensaña a su gusto, y para ellos escribe el Sacrotocho, que contiene la historia de ficción de Don Modesto Bauer; el Sacrotocho es el libro por el que los peregrinos lucharon. Elena para conocer a sus turistas, los llamados bichanclos, tuvo que hacer -al mismo tiempo que yo- un cursillo intensivo en las playas de Valencia, y así comprenderlos, verlos en su salsa

Hoy sigo con el mismo tema, aunque me centraré en otros aspectos. Primero hablaré sobre `la arrogancia de Elena´. Ejemplificaré tal arrogancia con una cita sacada del capítulo "No dar un tonto por perdido" de El fósil vivo. En este capítulo arremete con agresividad contra el hombre sin dos dedos de frente y deja a todos los tontos despellejados. Palabras demoledoras las de Elena:

 

¡Qué hallazgo! “¡No demos un tonto por perdido!” ¡Qué solidaridad! Imagine la horda de noventaysietizantes peregrinando sin descanso por cada rincón o allende, entregándose al prójimo en razones, y eso que el autoritativo rupestre en su autodefensa sentenciaba intelectuaciones y torturas dolorosísimas contra los eruditos

(“La nueva solidaridad: ¡no dar un tonto por perdido”, El fósil vivo, Oviedo, Luna de Abajo, Capítulo XVIII).

 

Ella podía decirlo, yo no. ¿Les parece poco arrogante? Me moría de risa solo de pensarlo. Como ya expuse en el blog, a Elena la caractericé con una fuerte arrogancia de pensamiento, y sobre todo unas maneras de escribir extravagantes, al margen de mí. Elena saca de su cabezota -en Residencia de quemados- al personaje más arrogante que antes yo haya leído, Ruta, la princesa que -como la misma Elena hace- critica todo lo que se mueve: padres, imperios, autoridad, etc.

 

Diseño: Pandiella y Ocio
 

¿Cómo me imaginaba a Elena? ¿A qué se dedicaba? ¿Qué pensaba de la vida? Todo eran preguntas pertinentes para crearla y, sobre todo, quería responder a cómo influía en mi vida. Para contestar a todas estas preguntas, intentaré explicar qué motivación tenía para crear mi pseudónimo. Necesitaba un narrador capaz de decir las cosas que yo no me atrevía ni a pensar siquiera. Como puede verse me encontraba siempre, un día y otro día, autocensurado y ella, en cambio, habló siempre sin censura. Ella y solo ella rompió mi autocensura, el miedo que da decir verdades dolorosas.

Todo pseudónimo se encuentra camuflado en nuestra cabeza, tan dentro de ella que es difícil desincrustarlo. Usurpaba mis pensamientos y me anulaba, como hacen los espíritus que nos poseen. Y esto me gustaba, me sentía cómodo al tenerla en mi cabeza.

Como siempre quería controlarlo todo, tuve que saber cosas de su vida para comprender lo que escribiría ella. Por todo ello quiero decir algo más de su biografía.

Elena era mi amiga imaginaria, mi única amiga ficticia, Elena la arrogante Elena, lista como una ardilla hablaría por sí sola, yo solo tendría que dejarla hablar. Elena era una mujer amargada, de mal carácter, mala en general, en absoluto apacible y muy maleducada. Ella estaba ya sentadita a mi lado cuando estudiaba filosofía, estudiaba conmigo, pero en las mismas clases aprendió una filosofía distinta. ¿Cómo diría yo? Aprendió una filosofía trivializada. Ella sabía cómo trivializarla, lo que es harto difícil, para ello cogía una idea gorda -profunda- y a fuerza de aflacarla -como solo ella sabía hacer-, la dejaba donde más dolía. Al trivializar esta materia la ponía a su servicio, la hacía más comprensible, sobre todo, conseguía que esta disciplina académica se ocupase de cuestiones más humanas, más actuales, en general, más cotidianas.

Mi cabeza la imaginaba estudiosa de la filosofía y también de la literatura, extrayendo de ambas disciplinas su lado más mundano, ese que a ella tanto le interesaba. Toda su biografía podéis encontrarla narrada por ella misma al final de Residencia de quemados.

Para finalizar, Elena nació el mismo día que yo, pero treinta años más tarde.

Como ya he dicho en otra entrada del blog: Elena nació en el Mediterráneo, no en sus profundidades, fue en las veredas, muy cerquita del barro, donde murieron un montón de griegos, o donde sintieron traiciones sus enemigos los romanos. Luego fingí su muerte en un epílogo, el de Residencia de Quemados, en una salita decentemente decorada y encontrándose al límite de sus fuerzas.

Pero Elena realmente murió hace solo quince años. Se la llevó mi enfermedad mortal, fue estando en mi coma cuando no tuve más remedio que firmar su defunción -y eso que tenía muchas cosas que decir.

Posteriormente la enterré y como dice su sobrina en la novela:

 

Nada que contar. Mi tía entró en el nicho sin rechistar.

 

2 comentarios:

  1. Querido Alfredo, es un placer leer una nueva entrada de tu blog. Al finalizar la lectura, me han venido a la cabeza varias cuestiones que quiero plantearte. En primer lugar, me gustaría saber si cuando estudiabas filosofía ya tenías en tu mente la figura y el carácter de Elena Hierro Guerrero. Sé que escribiste unos cuentos de juventud por aquella época, ¿en ellos ya aparece Elena, ya sea como narradora o como personaje? Por otro lado, también me interesaría que pusieras un ejemplo de trivialización o de "aflacamiento" de una idea filosófica profunda. Y, por último, noto cierta nostalgia tras el entierro de Elena, ¿es esto cierto?

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    1. Muchas gracias Elena por tu sagacidad en las lecturas. Para contestarte lo haré por partes, si te parece bien:
      Primera cuestión: no soy tan premeditado como para tener en mente, cuando solo era un estudiante de filosofía, la figura de un pseudónimo. Eso surgió posteriormente por la necesidad que tuve de narrar de la peculiar manera, tal como piensa Elena, ni siquiera tras los cuentos de juventud, como bien apuntas, había nacido Elena, aunque sí estaba en proceso de gestación.
      En segundo lugar me pides un ejemplo de trivialización de una idea filosófica; me parece un buen ejemplo el concepto que utilizo en "El fósil vivo": `impinchables de la moralidad´, como si los principios morales fueran un globo que se puede o no pinchar, como si la moralidad no fuese un saber indiscutible. Pero cualquier ejemplo de las maneras de hablar de Ausonio podría valer como forma de trivializar las ideas grandes y universales de la Fulanidad. Se me ha escapado otro concepto de Ausonio. Como ves se me pone el cerebro fácilmente en modo hacer fácil lo académicamente difícil de por sí.
      Por último, sí, es verdad lo de la nostalgia al perder a Elena como narradora. Me hubiese gustado quitarle la fuerza en otro momento para controlar mis narraciones, pero llevé mal que le afectara mi coma, mi enfermedad. Primero tuve una melancolía desparramándose, pero después lo que sentí es una pérdida en esa forma de narrar de Elena.

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