sábado, 16 de diciembre de 2023

Mi reto: el narrador-personaje

    Estos son mis planes de Navidad. Para los que me siguen, este mes hablaremos del narrador-personaje, y lo haré desde La Paraeta, ya que es en esta novela en la que utilizo dicha figura literaria. Parece una tarea imposible, la de unir estos dos conceptos -el de narrador y el de personaje- en uno solo.

     Por lo general, el narrador, por muy peculiar que se presente, suele quedar, si no al margen de la historia, sí en la segunda fila de los caracteres importantes. Mi narrador de La Paraeta, en cambio, goza de toda la relevancia, llegando a ser un personaje principal. Para que pudiera narrar tuve que hacer un esfuerzo inusual, tuve que meterme en su piel cognitiva -si puede llamarse así-, en la que además de contener toda una idiosincrasia de un personaje de ficción,  funciona con su cabezota repleta por toda la sittlihckeit -lo que  en ética llamamos, lo sabido y querido por todos-. Lo que he apodado como la piel cognitiva no es otra cosa que toda la basura que se nos pega al nacer, todos esos juicios y prejuicios propios de la zona donde somos alumbrados. Mi narrador-personaje contiene esa Sittlichkeit, por haber nacido en un pueblo del Levante, de cuyo nombre no puedo acordarme.

    Por si fuera poco, mi narrador, como cualquier humano -mal que le pese-, contiene una subjetividad muy sofisticada, o sea, que para escribir esta novela tuve que meterme en otro mundo y así lo hice: me introduje en el mundo de un tío mío, en esa chola tan..., tan variopinta; me apropié de todos sus recuerdos, y los puse al servicio de los míos.

     Pondré solo un ejemplo del tono de este narrador-personaje que había escogido. Miren cómo habla este fenómeno de la Naturaleza en las primeras páginas de La Paraeta, concretamente en el epígrafe "Dos cajones y la travesura de Cloti":

Yo no quiero que quien lea esto sienta que le quiero convencer de algo. Las novelas modernas muestran, no sientan cátedra. Yo no quiero llevar a nadie de la mano, sino que saque cada cual sus conclusiones.
    Aparentemente, solo aparentemente, tiene buenas intenciones ¿verdad? Hay que seguirle -y con arrestos- para conocer sus adentros.
    Esto pensaba cuando entró en mi cabeza el reto de La Paraeta, y de esta manera escribí mis propósitos, hace bastante tiempo, en una entrada del 12 de Julio del 21. Me gusta recordarlo:
En este momento me propongo algo más difícil: intento que la omnisciencia clásica del narrador -esa que a todos tanto apetece, y a la que nadie hace ascos-, esté en entredicho, es decir, que mis narradores dejen de ser unos superdotados repletos de metáforas, y que todo parecen saberlo, pues nada se les escapa; necesito que se comporten tan solo como simples humanos.

Como podéis imaginar es difícil narrar sin la omnisciencia a la que la literatura nos tiene acostumbrados. 

Próximamente -dios mediante- hablaré de mi nuevo costumbrismo, un costumbrismo que imita a Edith Wharton, pero con un baño socarrón. De dicha conjunción -si es eso posible- extraje la figura de mi narrador paleto, un levantino de pura cepa, o lo que es lo mismo, un valenciano de interior, por mucho que se crea nacido en el Mediterráneo.



 

 


 


2 comentarios:

  1. Querido Alfredo, me interesa la figura que comentas en tu nueva entrada. La figura del narrador-personaje, en según qué novelas, tiene más o menos peso. Me gustaría saber si en tu próxima novela "La paraeta" esta figura es de peso y si prima más el narrador o el personaje. No sé si esta figura literaria la vas a emplear en tus siguientes novelas y si tiene algo que ver con que las hayas caracterizado de antinovelas.

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  2. Muchas gracias Elena por tu comentario. Efectivamente, el narrador-personaje es primordial en "La Paraeta," y, tiene más peso en mi caso el narrador; cuando el personaje narra es, en ese momento, cuando despliega toda su basura moral, cuando no pone límites a su "piel cognitiva".
    Creo, por otra parte, que en las siguientes novelas me va a ser difícil no usar dicha figura. Incluso cuando pienso en una novela nueva no sé cómo hacerlo sin meterme en la cabezota de mi narrador-personaje.

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